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LA INGENUIDAD DE LOS PUEBLOS DEL MUNDO

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La ingenuidad e inocencia de los pueblos del mundo, es burlada y aprovechada por los abusivos y tóxicos poderes que gobiernan el planeta. En efecto, en general los pueblos del mundo ni remotamente se imaginan toda la perversidad y malignidad de las mentes de los dirigentes del poder económico-financiero del mundo y sus secuaces locales.

Estos poderes actúan de manera secreta y coordinada. No son visibles a nivel de las calles. Se encuentran en la punta de los grandes rascacielos de poder de las ciudades donde radica el supra poder económico. Actúan concertada e inter copularmente a nivel de grupos económicos locales e internacionales, jerarcas de las iglesias, dueños de los canales de televisión y cadenas de radio y prensa escrita. Los objetivos: tener enajenado y embrutecido al pueblo, sumido en una terrible ignorancia de “lo esencial de la vida”, para en segundo lugar, explotarlos inmisericordemente como mano de obra barata y consumidores dóciles y acríticos de productos chatarra.

 

Este verdadero poder es “invisible”, se agazapa en las instituciones supra nacionales financieras y comerciales, sociedades anónimas y de capital variable, en el secreto bancario, en las leyes hechas a pedido, en la Bolsa de Valores, en el sistema bancario y en los prestanombres. Sus empleados y personeros son los políticos, desde presidentes, pasando por secretarios de Estado, gobernadores, diputados, senadores, magistrados y un largo etcétera hasta llegar a las presidencias municipales de las grandes ciudades. Un ejército de burócratas mentirosos, serviles, cleptómanos e ineptos que hacen y no hacen, justamente lo que se les ordena de espaldas a los intereses de la nación y las necesidades y aspiraciones del pueblo.

 

“Este poder”, no nace en el país, viene en cascada de los grandes centros de poder del planeta; Tel Aviv, Washington, Wall Street y Londres, las demás son solo sucursales. Es una cadena que repite modelos y estructuras, que no tiene nacionalidad, bandera, himno y menos fronteras. Y que está presente en casi todos los países del mundo. Miente y engaña a los ingenuos ciudadanos del mundo. Aparenta alimentar al pueblo, lo roba y enferma. Aparenta curar al enfermo y en su lugar lo roba y lo encadena al mundo de las enfermedades. Aparente educar y enajena manteniendo la ignorancia de los pueblos como arma para dominar. Aparenta la democracia con los partidos políticos y los políticos para degradar y corromper los intentos de concientización y organización. Aparenta “entretener e informar” con la multimedia y embrutece y desinforma. Aparente buscar el bienestar de los pueblos y los empobrece y deshumaniza.

 

Pues bien, “este poder invisible” pero que se deja sentir en todo el mundo, envenena a la humanidad y al planeta. Cada día los jóvenes crecen sin valores y paradigmas que enaltezcan la consciencia humana. Por el contrario, día a día, estos poderes de manera concertada apoyan las iniciativas que degradan los valores y principios de los seres humanos, como la familia, el respeto, la justicia, la solidaridad, la fraternidad y la compasión. Destruyen y borran las tradiciones, usos y costumbres ancestrales e implantan la vulgaridad, la bajeza, la decadencia y el consumismo. El objetivo es dejar a la gente totalmente catatónica, desolada y neutralizada. Sin rumbo y sin esperanza, perdidos en el vacío del consumo, las drogas o la violencia. Sin futuro, sin pasado, sin presente, como gallinas de granja consumiendo-produciendo.

 

El problema es que la gente, ni se da cuenta de lo que le están haciendo, ni dimensiona el tamaño de esta felonía. La gente sigue creyendo en el mundo de mediados del siglo pasado. Cree en las instituciones, en los gobiernos, en los políticos, los partidos políticos y las elecciones, en las iglesias y sus jerarcas, en la educación académica. Cree en lo que ve y le dicen en la televisión, la radio y los periódicos. Cree en las empresas y en su supuesta responsabilidad social. Cree en la educación que el Estado, la iglesia y la iniciativa privada ofrecen a sus hijos.

 

Su “ingenuidad” la lleva a pensar que los dueños del poder económico y político de éste país y sus empleados, los políticos y burócratas, les interesa servir, apoyarlos y protegerlos. Siguen creyendo que las elecciones son el medio para acabar con sus infiernos. Su “ingenuidad” les impide concebir como este grupo de gente es despiadada y sin ningún escrúpulo o vergüenza. No conciben tanta maldad, cinismo y deshumanización de un presidente de la república, de un arzobispo, de un industrial o gerente de una transnacional, de un gobernador o de un magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Piensan que “ellos” son gente buena y que son sus subalternos los que los traicionan.

 

Tanta maldad y abuso se cierne sobre el pueblo que éste, no lo ve y no lo cree posible. Ni remotamente se imagina a estas personalidades puedan estar conspirando en su contra y de formas inconfesables.

 

El pueblo mansa y dócilmente acepta “el pan y circo” de los poderosos. Acepta las telenovelas, el fut bol, los partidos políticos, los candidatos y las elecciones, las olimpiadas y el mundial, las artistas comerciales de moda, la comida chatarra, los refrescos y las papas fritas, los noticieros, los locutores y toda la nefasta fauna de la farándula…y “las reliquias del Papa”.

 

La gente de los pueblos del mundo cree que tenemos futuro en esta sociedad del neoliberalismo y la globalización económica. Piensa que los que tienen el verdadero poder “piensan en ellos”. No se imaginan, ni remotamente, cuanta maldad y estupidez puede haber en estos seres que dudosamente se pueden considerar “humanos”.

 

Pero como en todo existe un par de opuestos complementarios y a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud pero en sentido opuesto. Toda esta maldad está llegando a su fin, -por eso sus excesos-, que son estertores de muerte. No será una ideología, ni un partido político, ni un mesías, menos aún una lucha armada. El cambio y fin de este infierno estará muy lejos de las capacidades humanas que, por más perversas que sean, son insignificantes para el cambio que está por venir.  

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