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EDUCACION DE LAS HIJAS DE LOS SEÑORES. Fr. Bartolomé de las Casas.

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        EDUCACION DE LAS HIJAS DE LOS SEÑORES.
<br>                                   Fr. Bartolomé de las Casas.

Las hijas de los señores y principales, mayormente de los reyes y grandes señores, cuya casa, por excelencia, se dice tecpan, que quiere decir palacio, eran criadas con gran solicitud y continua disciplina y estrecha honestidad, que sus madres y amas y ciertas viejas honestísimas ponían y tenía.

Luego, desde los cuatro años las enseñaba que fuesen muy honestas en el hablar y andar y en la vista, y tuviesen amor al recogimiento. Muchas nunca salían de casa hasta que las casaban, y si había de ir fuera eran muy de tarde en tarde al templo, cuando acaecía que la prometían por su devoción o por causa de alguna enfermedad, y en la siesta de aquel ídolo a quien las habían prometido. Salían también cuando se celebraba alguna fiesta general, e iban acompañadas de muchas viejas y con tanta honestidad y sosiego que no osaba alzar los ojos de la tierra, y si alguna vez se descuidaban, se les hacían señales que se recogiesen y bajasen los ojos.

        EDUCACION DE LAS HIJAS DE LOS SEÑORES.
<br>                                   Fr. Bartolomé de las Casas.



No hablaban, sino en el templo la oración que se les había enseñado. A la mesa, en tanto que comían las niñas y doncellas, no habían de hablar, porque se tenía por cosa fea y deshonesta y de que mucho los circunstantes se escandalizaban. Comían y bebían con mucho silencio templanza y tenían cuasi por ley de las doncellas antes de casadas nunca a la mesa hablasen. Ítem, nunca los hombres comían a una mesa con las mujeres.
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Teníanlas enseñadas cómo habían de hablar y reverencia a las señoras, y si topándolas por casa no la saludaban, quejábanse a sus madres o a más y eran bien castigadas. Si en las cosas que tenían a cargo eran negligentes o perezosa y en otra manera mal criadas, pasábanles con las dichas púas, que son como gruesos alfileres, por las orejas, para qué oyesen y obedeciesen lo que se les había mandado y estuviesen prontas a la virtud.

Siendo las niñas de cinco años, las comenzaban a enseñar a hilar, tejer y labrar, y por demás era consentir que estuviesen ociosas, puesto que también tenían sus ratos y tiempos deputados para recrear delante de sus madres. Cuando alguna se levantaba de la labor y oficio en que entendía, fuera o antes del tiempo, y andaba vageando, aún siendo niños las castigaban y abátanles los pies porque asentasen.

Solamente por decir: Muchachas, atabal suena; ¿a dónde cantan? o ¿dónde bailan??, encarcelaban a las amas por qué no las tenían bien criadas y enseñadas acallar, como si hubiera de ser sordas y mudas, y ésta es calidad arto conveniente a las mujeres mozas, mayormente a las vírgenes.

Hacíanlas velar y trabajar y madrugar porque con la ociosidad, que es causa de todos los vicios, no se hiciesen torpes y descuidadas, y por qué anduviese limpias las mandaban lavar dos o tres veces al día, y la que no lo hacía llamaban su silla, perezosa. Las que ya eran grandecillas, siempre andaban acompañadas y no salían un paso fuera del umbral de la puerta de casa sin compañía de viejas o de sus madres.
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Desdvelábanse mucho las madres y las armas cuando eran chiquitas las criaturas, de no lees llegar de noche así, por no las oprimir y les acaeciese un peligro. Ningún hombre entraba donde se creaban las doncellas, ni ellas hablaban con alguno ni los miraban.

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