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LA HISTORIA TIENE LA RESPUESTA.

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¿Por qué han sido ilegales, injustos y corruptos los gobiernos de México, desde 1521 hasta nuestros días?

LA HISTORIA TIENE LA RESPUESTA.

Desde la invención de la agricultura, aproximadamente en el sexto milenio a.C. hasta 1521, el desarrollo humano en el Anáhuac tuvo un carácter endógeno, es decir, sin intervención externa. Sin embargo, con la implantación del Sistema Colonial en 1521 se cercenaron brutalmente las leyes, autoridades e instituciones creadas a lo largo de siete milenios y medio, para implantarse un nuevo sistema que sigue -en su esencia- vivo hasta nuestros días.

 

En efecto, el Sistema Colonial no importó el modelo que regía a las autoridades y vasallos españoles del S XVI. Por el contrario, creó nuevas leyes, autoridades e instituciones de CARÁCTER COLONIAL, diseñadas para explotar inhumanamente a los pueblos invadidos y depredar impunemente sus recursos naturales en favor de los invasores.

Pero existe otra verdad –de entre las muchas que ha ocultado la Historia Oficial hispanista- y es que la “verdadera conquista” es un proceso que comenzó en 1521, pero que continúa hasta nuestros días, en donde si bien la Triple Alianza y los aliados anahuacas de los españoles fueron, el “brazo armado”, las políticas, estrategias y tácitas militares de la Triple Alianza fueron las que prevalecieron en la invasión y sometimiento de los demás pueblos del Cem Anáhuac, por lo menos durante los siguientes cincuenta años. Por lo tanto, el modelo colonial al principio de la ocupación se sustentó en el modelo expansionista de la Triple Alianza. Lo anterior es muy importante para comprender cabalmente el proceso histórico, la realidad contemporánea del país, así como el carácter ilegal, injusto y corrupto de los gobiernos desde entonces.

 

Este es el punto central de nuestro ensayo, porque dicho modelo ha seguido vigente durante cinco siglos, tanto en el periodo colonial como en el llamado “independiente”, solo que se ha ido maquillando hipócritamente.

 

Para entrar al análisis necesitamos tomar en cuenta la Teoría del “Control Cultural” del Dr. Guillermo Bonfil Batalla, en el contexto de “lo propio y lo ajeno”. Es decir, que los anahuacas aliados de los invasores hicieron suya la “conquista española” a partir de su concepción filosófica de la degradada guerra florida mexica, pero que al mismo tiempo, en la práctica material,  les fue ajena dado que lo hacían para beneficio de los españoles.

 

Es decir, los anahuacas aliados se sumaron a la empresa conquistadora española con base a la tradición militar expansionista de la Triple Alianza de “sumar al derrotado” (en el espacio de lo propio), pero en la práctica material, nada de esas nuevas leyes, autoridades e instituciones les pertenecía (en el espacio ajeno). De modo que el nuevo régimen que se construirá, se sustenta desde sus inicios en la injusticia, el abuso y la explotación. La Triple Alianza no había ofendido o agredido a la corona española y mucho menos al pueblo español o a su religión. Son los europeos los que llegan a conquistar, a destruir la cultura y a excluir a los pueblos del Cem Anáhuac sin que éstos les hayan hecho algún daño.

 

Debemos de recordar que durante todo el periodo Clásico que duró más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.) la guerra no fue un motor de cambio ni de transformación de las sociedades que poseían una fuerte tradición espiritual-religiosa. Sin embargo, a partir del colapso y la simbólica partida de Quetzalcóatl del Cem Anáhuac, diferentes pueblos y dirigentes trataron de reconstruir el dominio unificador de Quetzalcóatl y su sabiduría, pero ahora por medio de las armas. Este periodo ahora es conocido como el de la conformación del Estado Suyano. Los mayas, mixtecos, zapotecos, purépechas y mexicas trataron infructuosamente, rehacer la unidad que había logrado el legado tolteca por un milenio.

 

Pera 1519, los pueblos mayas y purépechas eran mucho más fuertes y poderosos que los mexicas y su frágil alianza con los mixtecos y zapotecos producto del equilibrio de fuerzas. Pero existía otro factor, todavía más importante que el poderío militar, nos referimos a que los primeros no habían transgredido el ancestral pensamiento tolteca de la dualidad divina de Tláloc-Quetzalcóatl; a diferencia de los mexicas, que siguieron a su Cihuacóatl más importante y longevo llamado Tlacaélel, ideólogo del pensamiento místico-materialista-guerrero y que determinó que el Quinto Sol no acabaría justamente cuando empezaba su expansión militar y económica. Los mexicas, a través de ésta ideología se auto erigen como el “Pueblo del Sol”, con la misión detener su próxima destrucción -el Quinto Sol- negando al Quetzalcóatl de la dualidad divina y poniendo en su lugar a su dios tribal llamado Huichilopoztli.

 

Ésta ideología aseguraba que los toltecas se habían equivocado y que el sacrificio no era de carácter espiritual como lo reiteraban las milenarias enseñanzas de Quetzalcóatl, sino que era de carácter material. Es decir, el simbolismo espiritual de los guerreros de la batalla florida que debían enfrentar “al enemigo interior” y hacer un sacrifico de purificación espiritual al interior de su Ser, fue cambiado de manera grotesca por una lucha de guerreros en pos de prisioneros para ser sacrificados y alimentar al Sol con su sangre y corazones y con ello, detener su profetizada muerte. De esta manera desvirtuada, la guerra florida tolteca, pasó a ser una guerra que le daba razón de ser al Estado mexica, le atribuía un “destino manifiesto” como salvador o sostenedor del Quinto Sol, le proporcionaba grandes beneficios a través de las pesadas cargas tributarias impuestas a los vencidos -ahora en calidad de “aliados”- y además, les proporcionaba fama, prestigio y riqueza a los participantes en las incursiones guerreras, en contra de los vecinos.

 

La nueva ideología de Tlacaélel le dio fuerza y vigor a la construcción de la relativa y breve hegemonía mexica, pero a su vez, fue la raíz de su fulminante caída, pues cuando llega Cortés y se entera -a través de Malinche- del temor que tenían los mexicas del anunciado regreso de Quetzalcóatl, la dirigencia mexica, a través del Tlatocán, envía a Moctezuma a entregarse al “embajador de Quetzalcóatl”, como acto de contrición por los errores cometidos por sus antepasados.

 

"Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbitos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mi habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria como nosotros no somos naturales de estas tierras, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cual volvió desde ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera de que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir como señor de esta tierra; y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese constreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y según la parte de donde él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenían noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mi me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es vuestro señor, y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me haciades, los  haced y dad a él, porque yo asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer”. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar, y asimismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había tal de los españoles que oyese el razonamiento, que no hubiese mucha compasión.

 

Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por las razones que para ello les daba, quedan muy contentos de hacer, y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron, de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Mutezuma hacían y eran obligados, y todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles.

 

Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Mutezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos españoles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido, a les rogar que lo que ellos tenían sirviesen a vuestra majestad con alguna parte.”       (Hernán Cortés, segunda carta relación del 30 de Octubre de 1520).

 

Del propio puño y letra de Cortés se sabe que la dirigencia mexica y sus Señores tributarios se le entregaron, en su calidad de “embajador de Quetzalcóatl”, bajo los usos y costumbres milenarias del Anáhuac donde la palabra era totalmente honrada y a los embajadores se les trataba con el nivel de su “representado”, en este caso la manifestación terrena de Tloque Nahuaque (El que está aquí y en todas partes al mismo tiempo).

 

Para darnos una idea de la dimensión de estos hechos, el lector podría suponer el sisma que se produciría si, en este momento llegara al Vaticano un hombre que se dijera “el Hijo de Dios”, es decir, Jesús de Nazaret en su profetizado regreso, para pedir cuentas a la alta jerarquía católica de sus actos a través de dos milenios. Y que esta llegada se ajustara puntualmente a la profecía en tiempo y forma, además de venir apoyado por cientos de miles de católicos, seguros de que acompañaban al “Hijo de Dios” en su necesario regreso para salvar al mundo. Este drama lo vivió la clase dominante y la alta jerarquía religiosa mexica. Las mentiras de Cortés y la traición de Malinche propiciaron la guerra civil que luego siguió en el Altiplano Central, pero que de momento no afectó a los mayas, zapotecos, mixtecos y purépechas, como pueblos dominantes de todo el Cem Anáhuac; porque entre otras cosas, ellos no trasgredieron la dualidad divina tolteca Tláloc-Quetzalcóatl.

 

Cortés, al igual que Pizarro, consiguieron apoderarse de las autoridades mexicas e incas y de un zarpazo certero, por supuesto. Pero desde una visión descolonizada, lo lograron gracias a que por un lado subyacían los graves problemas, errores y trasgresiones internos de los dirigentes mexicas, quienes además, diferían abismalmente en cuanto valores éticos y morales con los españoles, y por otro, gracias a que provenían de una tradición de organización social ancestral, a diferencia de los españoles que apenas en 1516 se habían logrado constituir el reino de España y en 1492 habían dejado de estar invadidos por los árabes desde ocho siglos atrás. Mientras Cortés y Pizarro venían en calidad facinerosos, sin leyes, principios ni autoridades que los supervisaran y con sólo el afán de enriquecerse sin medida a cualquier costo. Moctezuma y Atahualpa estaban regidos por estrictos códigos éticos y morales, además de una compleja, profunda y protocolizada tradición de gobierno. Para el caso concreto de Moctezuma, él “mandaba obedeciendo” al Tlatócan, no era un “rey” tipo europeo, era un Tlatoani (el que organiza) escogido y auditado permanentemente por el Tlatócan y que en su caso, podía ser depuesto, como así sucedió.

 

Con estos elementos podemos visualizar la conquista y los primeros años de la colonia de manera descolonizada, no solo para entender a cabalidad lo que verdaderamente sucedió, sino aún más importante, para que a partir de la “verdadera Historia”, dejando atrás los falsos mitos hispanistas, podamos entender lo que se ha venido repitiendo a lo largo de la ésta y lo que actualmente nos está sucediendo como sociedad y como país.

 

Como ya se estableció, los mexicas se valieron de un “nuevo” sistema político-militar, que surgiera después del colapso del periodo Clásico Superior y que los especialistas han llamado Estado Suyano. Como también ya se dijo, algunos pueblos trataron de rehacer la hegemonía tolteca, pero a través de confederaciones de Señoríos, tratando de sujetar a los pueblos del Cem Anáhuac a en un solo mando. Los mexicas lo hicieron al confederar Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan y luchar en contra de Azcapotzalco venciendo al temible Tlatoani Maxtla en 1430. La llamada Triple Alianza (Excan Tlahtoloyan en náhuatl), es el inicio del poder mexica, pero será cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel operen como Tlatoani (el que organiza) y Cihuacóatl (el que administra) respectivamente, cuando comience la verdadera expansión, especialmente con las reformas ideológicas-religiosas que Tlacaélel le hizo a la Toltecáyotl o legado tolteca; fortaleza y debilidad, como ya se dijo, del corto y limitado poderío mexica a través de la transgredida visión de la Guerra Florida.

 

Así pues, en la civilización del Anáhuac y en especial en su periodo de mayor esplendor (200 a.C-850 d.C.) no existió la guerra como una razón de Estado, ni como un mecanismo de desarrollo y engrandecimiento. Lo anterior no quiere decir evidentemente que no hayan existido enfrentamientos y luchas, dado que hasta en las familias se pelean los hermanos y que la naturaleza humana, es justamente su imperfección. Pero el hecho que las mismas armas recibidas del periodo Prehistórico fueran las mismas durante más de siete milenios, y las mismas con las que se defendieron de la invasión española, nos revela que la inteligencia y creatividad anahuaca no estaban enfocadas a una visión militarista o bélica.

 

El concepto mexica de la guerra se inspiró en la tradición tolteca de la Guerra Florida, que era de carácter espiritual, pero Tlacaélel le dio un giro perverso y la convirtió en una Razón de Estado. Sin embargo, aun así, una de sus características era que a los pueblos vencidos, se les “incorporaba” en la Excan Tlahtoloyan. Es decir, de enemigos pasaban a ser miembros tributarios de la Triple Alianza, pero con la posibilidad de sumarse a las nuevas expediciones y recibir de ellas, parte de los tributos impuestos a los vencidos. Esta práctica, con el tiempo, generó una compleja y abigarrada relación de alianzas y casamientos entre linajes de diferentes pueblos, como el caso del hijo de una hermana de Moctezuma II que se casó con Nezhualpilli (1464-1515) y que Moctezuma II impuso como Señor de Texcoco, a pesar de que Nezhualpilli había dejado dicho que lo sucediera Ixtlilxóchitl, su hijo más capaz. Lo anterior desembocó una guerra civil en Texcoco cuatro años antes de la llegada de Cortés, donde el propio Ixtlilxóchitl, fue el verdadero “jefe de operaciones” militares en contra de los mexicas, y no Cortés, que no hablaba la lengua náhuatl para comandar a un ejército de más de 300 mil hombres, y que además desconocía las técnicas y estrategias militares del Anáhuac.

 

Los pueblos que eran sometidos por la Triple Alianza, al pasar a ser tributarios también se convertían en parte de la Triple Alianza. Ya sea de manera “voluntaria” a través de los embajadores que negociaban las condiciones, o a través de las armas por medio de batallas debidamente formalizadas en cuestión de día, lugar y número de hombres para el combate. Este punto es muy importante para comprender por qué no solamente los primeros aliados de Cortés, como los totonacos, tlaxcaltecas y texcocanos, sino los propios mexicas y sus aliados, al ser vencidos por Cortés (embajador de Quetzalcóatl), posteriormente se suman a las siguientes expediciones de los europeos, luchando contra los purépechas, mayas y pueblos de La Gran Chichimeca, es decir, los pueblos del Norte de lo que hoy es México.

 

La gran proeza de la conquista del Cem Anáhuac se realizó a través de este mecanismo y no, como lo afirma la Historia Oficial hispanista, por un puñado de “valerosos y esforzados” españoles. No solo las expediciones militares, sino en especial el poblamiento de las primeras ciudades del Norte, estuvieron a cargo de los pueblos anahuacas del Altiplano Central. Es conocida la llamada “Diáspora tlaxcalteca”, que representó un gran esfuerzo humano por construir las bases de las ciudades del Norte, extendiendo la construcción de templos, conventos, casas, caminos, extracción de minerales, siembra de alimentos, etc., porque debe recordarse que los pueblos anahuacas del Norte eran nómadas y lucharon hasta la misma muerte por no ser sometidos y conquistados.

 

Bajo este mecanismo, los Señoríos se sumaron de nuevo, a la nueva propuesta civilizatoria. Ayer la de los mexicas, dejando atrás a la Toltecáyotl, abrazando a Huitzilopochtli como nueva visión de lo sagrado y divino. Y con la llegada de los españoles, dejaron atrás a propuesta mexica y tomaron la hispánica, adoptando su religión y sistema de gobierno. Durante los primeros decenios de la Colonia se mantuvo el antiguo orden de explotación mexica, solo que los españoles quedaron a la cabeza. El sistema de tributos de los mexicas quedó intacto pero controlado por los españoles. El número de españoles en el Anáhuac siempre fue relativamente muy bajo, sobre todo, en los primeros años de Colonia, de modo que en principio el sistema de recaudación y tributación mexica siguió vigente hasta que fue desplazado por el hispano. Pero aun cuando llegó la burocracia de ultramar, en muchísimas poblaciones que estaban lejos de la influencia española, se mantuvieron los caciques anahuacas, solo que ahora tributaban a la corona española.

 

De esta manera nace el nuevo orden colonial hispano, pero usando las bases políticas, administrativas y militares de la Triple Alianza e incorporando los elementos culturales y militares de la Guerra de Reconquista de los reinos de Castilla y Aragón. Este “mestizaje cultural” tendrá resultados pavorosos en los pueblos del Anáhuac, dado que en los primeros cien años de Colonia la maquinaria colonial exterminó aproximadamente a 24 millones de anahuacas, por las armas, en las minas y por las enfermedades que trajeron los europeos, especialmente la viruela y el sarampión.  Las atrocidades realizadas por europeos y anahuacas tomaron proporciones catastróficas, a tal punto que diez años después de la caída de Tenochtitlán, explota la primera gran rebelión del Anáhuac en el reino de la Nueva Galicia, conocida como la Rebelión del Mixtón, que estuvo a punto de derrumbar el proyecto colonial español.

 

Los pueblos anahuacas que se aliaron y participaron en la verdadera conquista del Anáhuac, se convirtieron en despiadados invasores y masacraron con saña a sus propios hermanos. El despojo, saqueo, violación, destrucción y esclavización de los vencidos, que no existía como institución en las guerras de los pueblos del periodo Postclásico, se convirtió en una costumbre de los grupos armados, regulares e irregulares de la Colonia hasta nuestros días. La fuerza pública de los tres niveles, policías o militares, históricamente actuaron en las permanentes luchas fratricidas como ejércitos de ocupación, robando, asesinado, torturando y destruyendo sin ninguna compasión por sus hermanos y “compatriotas” y aún lo siguen haciendo.

 

Lo mismo pasa con las autoridades, desde Hernán Cortés hasta Felipe Calderón, con sus honrosas excepciones. El síndrome del “conquistador”, sigue vivo hasta nuestros días. El poder no se gana por voluntad de los ciudadanos, el poder se conquista por todos los medios y representa un botín, no una responsabilidad histórica y social. Las instituciones se convierten en un botín después de una lucha política o militar. Generalmente se llega al poder de manera ilegítima e ilegal e inmediatamente se “legaliza” el despojo. Sea por fraude en las urnas, golpe de Estado, traición, magnicidio, el poder en México generalmente emerge de la ilegalidad. Como lo fue el poder de Cortés que llegó prófugo de la ley de Cuba por haber traicionado al gobernador Diego Velázquez ante un inminente motín, dado que la mitad de los expedicionarios querían regresar a Cuba, entregar a Cortés a la justicia para que les nombraran un nuevo capitán de modo que la expedición en la que todos estaban arriesgando sus capitales y vidas, fuera “legal” y cubriera las formas que la corona exigía a los particulares para invadir y robar. Especialmente entregar el 20% de lo robado a la corona, conocido como “quinto real”.

 

Cortés barrena las naves para que no lo puedan llevar ante la justicia de Cuba, y manda la mejor nave a España con un “hombre de confianza” -Francisco de Montejo- para que entregue al rey Español la primera Carta de Relación, que es un alegato legaloide con el cual Cortés justifica su traición a Diego Velázquez y “legaliza” su autoridad en la expedición. El síndrome de Cortés alcanza a casi todas las autoridades en la ocupación del Anáhuac, desde 1521 hasta nuestros días.

 

La razón de que los gobiernos coloniales e independientes hayan sido y sean tan corruptos es histórica, tiene su génesis y su explicación en el mismo proceso de construcción del Estado colonial que ha vivido el país en estos últimos cinco siglos, donde:

 

a.- Un puñado de extranjeros o descendientes de extranjeros se han hecho del poder.

 

b.- Se ha excluido absolutamente a los pueblos originarios y sus descendientes de la cultura dominante y se ha desarrollado una estrategia cinco centenaria de destrucción y negación de la civilización Madre invadida. Los descendientes sanguinos y sus culturas, han estado excluidos históricamente en el diseño de la nación, ya sea durante la colonia o la república y hasta nuestros días. Y en el caso de Benito Juárez, a pesar de ser zapoteca pensaba y actuaba como criollo.

 

c.- Se ha desarrollado una puntual y permanente estrategia de Estado, para borrar y desaparecer la memoria histórica y la identidad cultural de los anahuacas y sus descendientes culturales, que se han mezclado con las diferentes culturas que han llegado al territorio del Cem Anáhuac. Y cuyo objetivo es que nadie conozca, se identifique y se enorgullezca de su raíz anahuaca, filosófica, histórica, cultural y de fenotipo.

 

d.- Como el gobierno no es producto de un proceso democrático nacido del seno del pueblo y para el pueblo, sino que desde Cortés hasta Calderón, en general, el poder ha sido fruto de la ilegalidad y las luchas por él, éste es concebido como un botín y cada nuevo gobierno desconoce o desacredita los logros del anterior. No ha existido una conciencia de continuidad histórica en los gobiernos.

 

e.- Como para el pueblo, el gobierno le “es ajeno” y no “propio” (en el concepto de la Teoría del Control Cultural), se usa y se abusa de él, para beneficio personal o de grupo. El “gobierno” no tiene responsabilidades reales y verdaderas con el pueblo y menos de carácter histórico. El poder y las instituciones son un “botín pasajero” y se aprovecha al máximo en todas las formas posibles. Esto se ve reflejado en el concepto histórico en el gobierno del “Año de Hidalgo”.

 

f.- En tal suerte, como el “gobierno no es propio”, éste se vale de la violencia para arrebatarlo y mantenerlo a través de las instituciones armadas en todos sus niveles.

 

h.- Finalmente, los cuerpos armados y de seguridad no poseen un profundo y genuino compromiso moral, ético e histórico, ni con el Estado y menos con el pueblo. El poder de las armas y las instituciones se traduce en inmunidad para ejercer la violencia a su discreción en la condición de “abusador-abusado”. La ley y las instituciones se convierten en un medio para robar.

 

Conclusión.

 

Sólo con la recuperación de la memoria histórica, a través de una educación que despierte la consciencia y que permita el fortalecimiento de la identidad cultural, y con ello la auto estima como personas, familias y pueblos, se podrá acabar con “la ideología criolla” y terminar con el largo periodo colonial en que hemos vivido estos últimos cinco siglos.

 

Sólo poniendo bases firmes para la reconstrucción de nuestra sociedad y el diseño de una nueva forma de convivir descolonizada, todos los ciudadanos podrán alcanzar los niveles mínimos materiales, para posibilitar el desarrollo y trascendencia espiritual.

 

         

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