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Tzvetan Todorov: la voz de la resistencia

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Por Laura Martínez-Lara
La Joranda Semanal, marzo 2017
Tvetan Todorov en Fronteras do Pensamiento, Sao Paulo, Brasil, 2012. Fuente: commons.wikimedia.org/CC BY-SA 2.0 Previous Next
“Los bárbaros son quienes creen que los otros, los que los rodean son bárbaros.” Esta cita de Tzvetan Todorov –uno de los más grandes pensadores contemporáneos–, pone en la mesa algunos temas que recientemente se han vuelto relevantes: el creciente racismo, así como la falta de tolerancia hacia la diversidad de los pueblos que promueven los nuevos dirigentes de algunos países del mundo. En el momento en el que esta intolerancia se pone en boca de aquel que tiene poder, los ignorantes se salpican. Hoy en día urge releer a Todorov y volver a encontrar en sus textos la voz de quien escribió sobre la dignidad humana. Además de lingüista, dedicó gran parte de su vida al ensayo moral y político, y a lo que él llamó “las ciencias de la naturaleza”, pero también se dedicó a reflexionar sobre la historia, sobre todo la de los siglos xviii, xix y principios del xx.

Entre su vasta obra (Teoría de la literatura, textos de los formalistas rusos; Introducción a la literatura fantásticas; La conquista de América, la cuestión del otro; Crítica de la Crítica; Las morales de la historia; etcétera.), sobresale Nosotros y los otros, un profundo estudio sobre la diversidad de los pueblos y la unidad de la especie humana. En este largo ensayo, el autor deja ver uno de sus intereses vitales: el diálogo, al cual reconoce como respuesta y llave de salvación, frente a diversos horrores humanos. Al respecto, escribe: “Escoger el diálogo significa evitar los dos extremos que son el monólogo y la guerra.”

Preocupado por escribir una historia sobre la unidad humana y la oposición frente al mal, el nacido en Bulgaria apunta: “Conocí el mal durante la primera parte de mi vida, cuando vivía en un país sometido al régimen estalinista […] estribaba éste en la escandalosa disparidad que había entre las frases con las que se rodeaban los representantes del poder, la vida que llevaban y la que nos hacían llevar, la cual parecía inspirarse en principios totalmente distintos.” Al mudarse a Francia, su conocimiento del mal encuentra que se presenta bajo muchas formas, sin importar bandera o régimen social. Así, gracias a las lecturas y al ambiente en el que se desenvolvió, se familiarizó con el genocidio perpetrado por los nazis y con los efectos de las bombas atómicas lanzadas en Japón. Leyó sobre la guerra y los regímenes coloniales y, aunque él no fue testigo, sintió una profunda identificación, y no vaciló en “reconocer el mal como mal.”

La pluma de Todorov también reflexionó en torno a la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y es aquí donde señaló otro tipo de maldad, silenciosa y grotesca: cuando ni los horrores de la guerra, ni las fuerzas irracionales de los dictadores trastocan el alma humana, la lucha se puede dar por perdida. Con respecto a esto, el autor no omitió la mención de algunos de sus compañeros, cuyas convicciones no parecían influir de manera significativa en su comportamiento; llevaban una vida de “pequeños burgueses” y pretendían tener un ideal revolucionario, pero, que de haberse realizado, hubiera hecho imposibles ciertas formas de su existencia a las cuales estaban apegados.

Su obra queda vigente aquí y ahora, cuando parece que no hay vestigios de ciertos preceptos, como la compasión, la solidaridad y mucho menos la generosidad con aquel que pide auxilio; ese “otro” que se traslada sin rumbo y sin hogar. En un momento de la historia en el que el número de desplazados se incrementa día a día, las crecientes tiranías miran al débil como al culpable de todos sus males y levantan muros y extienden sus fronteras. Es por eso que uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo nos deja huérfanos en el peor de los momentos, cuando se necesitan más voces que se levanten a favor de la dignidad y de la igualdad. Hará falta esa pluma que escriba sobre las razas y la nación, los juicios universales y, sobre todo, la resistencia.

En su libro Goya, a la sombra de las luces, Todorov habla así del pintor español: “Es un artista, de modo que no pretende imponer, sino proponer. Sus valores son conocidos –verdad, justicia, razón y libertad–, pero sabe mejor que sus contemporáneos qué trampas nos esperan en este camino. La verdad vivirá, sí, pero siempre y cuando no olvidemos los monstruos crueles.”

La descripción que hace de Goya, a quien admira profundamente, bien se ajusta a la descripción que hoy en día podríamos hacer de Tzvetan Todorov. Quizá la voz de este sabio se haya apagado, pero nos dejó su prolífica obra: una esperanza para reencontramos con él en el diálogo y, tal vez, de ese modo aprender a vivir con los otros •

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