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COSMOVISIÓN Y PENSAMIENTO INDÍGENA. Alfredo López Austin

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Conceptos y fenómenos fundamentales de nuestro tiempo
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES
ALFREDO LÓPEZ AUSTIN
Abril 2012
COSMOVISIÓN Y PENSAMIENTO INDÍGENA (Fragmento)
Por Alfredo López Austin

I. Necesidad conceptual

Soy  historiador;  mi  objeto  de  estudio  es  el  pensami ento  de  las  sociedades  de  tradición mesoamericana, con énfasis en las antiguas, anteriores al dominio colonial europeo. Como historiador no encuentro que mi trabajo se diferencie del propio del antropólogo; más bien, ignoro si existe alguna conveniencia en establecer un límite entre historia y antropología, y carezco de interés para buscarlo.

Como historiador, al dar a la historia su sentido amplio, mi tarea  es  el  estudio  científico  de  las  sociedades,  inmersas  todas  en  sus  procesos  de transformación,   y   comparto   este   objeto   con   antropólogos,   sociólogos,   arqueólogos, economistas  y  otros  muchos  profesionistas  de  las  ciencias  sociales  que  se  ocupan  del dinamismo de las sociedades. Por esta razón, no dudaría en llamarlos historiadores. En otro sentido, si el antropólogo tiene como objeto  general de estudio las sociedades humanas en una perspectiva de diversidad cultural, me siento englobado, necesariamente en su enfoque, ya  que  ambos  partimos  de  la  premisa  de  que  la  particularidad  hace  que  el  ser  humano perciba su individualidad  y  su  entorno condicionado profundamente por su  cultura,  y que, en  consecuencia,  todo  estudio  de  las  sociedades  y  sus  transformaciones  deba  partir  de  la diversidad de las concepciones y formas de acción dictadas por la cultura.

La  diversidad  cultural  obliga  al  investigador  a  considerarse  un  otro  en  un  mar  de otredades.  Más  aun,  debe  tomar  en  cuenta  su  propia otredad  viéndose  como  un  individuo incluido  en  dos  esferas  muy  diferentes:  una,  la  de su  cultura  particular;  la  otra,  la  de  su estatus  científico.  De  aquélla  no  puede  desprenderse;  ésta  lo  obliga  a  construir objetos de estudio  [modelos  de  la  realidad  que  pretende  aprehender]  bajo  las  estrictas  restricciones  y lineamientos de un método estricto; a construir vías adecuadas para la debida intelección, y a  formular  propuestas  suficientes  que  ingresen  en  un  diálogo  abierto  en  el  que  participan otros individuos, pertenecientes a culturas particulares diversas, pero  que  han aceptado las reglas de juego de la ciencia.

La  doble  pertenencia  es  un  primer  enfrentamiento  del  investigador  a  la  otredad:  debe levantar  barreras  de  filtrado  que  impidan,  en  lo  posible,  que  su  identidad  cultural  reste eficacia a las vías de percepción y análisis de la realidad estudiada; deforme sus modelos de intelección, y disminuya la claridad, racionalidad y verosimilitud de la propuesta científica.

En  su  siguiente  enfrentamiento  a  la  otredad,  el  investigador  ha  de  evaluar  si  su instrumental  teórico  es  idóneo  para  su  objeto  de  estudio:  la  particularidad  cultural  que enfocará. Si el instrumental fuese insuficiente, deberá hacer los ajustes necesarios; construir las  herramientas  conceptuales  adecuadas  para  la  aprehensión  intelectual  de  las  realidades

que le son demasiado ajenas, y abandonar criterios y parámetros distorsionantes. Toda esta adaptación  tendrá  que  concordar  con  el  resto  de  su marco  teórico  y  con  los  lineamientos científicos más generales de su época, pues tanto la vía misma como el resultado formarán parte de su propuesta, la cual podrá ser original, y hasta revolucionaria, pero no disruptiva.

En su conjunto, su propuesta se aproximará a la labor del traductor, que tiende los puentes de inteligibilidad entre una otredad dada y la otredad del mundo académico. 

La  tradición  mesoamericana  posee  características  especiales  que  hacen  indispensable para su estudio una constante conceptuación, tanto por sus propias características como por las  de  las  fuentes  históricas  que  permiten  la  aproximación  al  pasado.  Por  ejemplo,  entre éstas se cuentan las fuentes documentales, de las que hay que recordar que las más valiosas surgieron de los afanes evangelizadores del siglo XVI. Su utilización requiere, por tanto, de permanente crítica historiográfica. En cuanto a las características de la propia tradición que hacen necesaria la construcción de conceptos especiales, pueden señalarse las siguientes:

1. Si bien toda cultura mantiene la relativa coherencia de sus componentes, las llamadas culturas tradicionales poseen, en contraste  con las denominadas  modernas, una coherencia mucho  más fuerte. Esto  se manifiesta  tanto en la interpenetración de  sus  distintos ámbitos de  pensamiento  y  de  acción  como  en  la  uniformidad  de  las  leyes  con  que  se  explica  el funcionamiento  universal,  las  normas  fundamentales,  los  valores,  las  taxonomías  y  las pautas. La tradición mesoamericana se caracteriza, precisamente, por su coherencia. En ella la unidad difumina límites entre lo humano y lo no humano; moralmente, entre el arbitrio y la  involuntariedad  de  la  conducta;  entre  la  ética  y  la  salud;  entre  la  religión  y  el  derecho; entre el trabajo y el deber sagrado, etcétera.

2. La fuerte coherencia produce la imagen de un universo estructurado, geométrico —a manera  de  una  gran  máquina—,  dinamizado  por  la  circulación  de  fuerzas  y  personas divinas  que  recorren  las  vías  del  aparato  cósmico. La  simetría  y  los  números  son  estrictas bases  organizativas,  aun  para  los  dioses;  las  múltiples  ruedas  calendáricas  ordenan  la sucesión   de   los   acontecimientos,   mientras   que,   paradójicamente,   sus   combinaciones originan  el  devenir  siempre  cambiante;  los  colores son  símbolos  ubicuos  de  la  geometría, etcétera. La estructura se vuelve obsesiva en toda expresión humana.

3.  La  estructura  se  reproduce  en  sucesivas  proyecciones  que  no  sólo  trasladan  el isomorfismo, sino la correspondiente isonomía. Así, por ejemplo, las características del eje cósmico  se  proyectan  a  los  cuatro  extremos  de  la  superficie  terrestre  o  a  las  grandes montañas; de éstas pasan propiedades, forma y función a accidentes topográficos menores o  los  templos  piramidales,  y  de  los  templos  se  diseminan  como  altares  familiares.  El universo se convierte así en un enorme sistema que da coherencia a sus partes  y norma las acciones tanto divinas como humanas.

4.  Según  la  tradición  mesoamericana,  el  universo  está  compuesto  por  dos  tiempo-espacio diferentes y por dos clases de sustancias. Ambos tiempo-espacios son coexistentes; pero uno de ellos —el divino— fue-es causa del otro —el mundano— y seguirá existiendo tras   la   desaparición   de   éste.   Las   dos   sustancias   son   distintas   por   ser   fina,   sutil   e indestructible  la  primera;  pesada,  densa  y  perecedera  la  segunda.  De  la  primera  están formados los dioses  y  las fuerzas existentes desde el primer tiempo-espacio. Las criaturas, en cambio, están compuestas tanto por la sustancia fina y sutil como por la densa y pesada. En cuanto a su medio, las criaturas están reducidas al tiempo-espacio mundano, por lo que éste puede recibir el nombre de ecúmeno; el tiempo-espacio divino, que en contraposición puede  llamarse anecúmeno, sólo  está  ocupado  por  dioses  y  fuerzas,  entes  que  también ocupan  o  transitan  por  el  ecúmeno.  Ecúmeno  y  anecúmeno  están  comunicados  por numerosos  umbrales  en  los  que  son  entregados  las  ofrendas  y  por  los  que  fluyen  dioses, fuerzas y mensajes divinos para bien y para mal de las criaturas.

5.  Dioses,  fuerzas  y  criaturas  son  seres  dinámicos porque  su  sustancia  tiene  dos calidades  opuestas  y  complementarias.  En  cada  ser  hay  predominio  de  una  de  ellas.  La oposición   tiene   múltiples   manifestaciones,   entre   las   que   destacan   luz/oscuridad, masculino/femenino, alto/bajo, caliente/frío, seco / húmedo, etcétera, pares que forman dos grandes  grupos,  que  a  su  vez  son  base  de  una  taxonomía  holística.  Al  mismo  tiempo,  la oposición complementaria explica los ciclos por el principio de desgaste del dominante en todo  enfrentamiento,  su  relevo  por  el  dominado,  el nuevo  desgaste  del  sustituto  y, consecuentemente,  la permanente sucesión cíclica.

6.  La  tradición  mesoamericana  explica  la  existencia  y  naturaleza  de  las  criaturas  en  el tiempo-espacio  mundano  como  el  producto  de  los  procesos  causales  pertenecientes  al tiempo-espacio divino, en particular los de su fase mítica. Los dioses han sido imaginados como  seres  de  personalidad,  intelecto,  sentimiento y  voluntad  muy  semejantes  a  los humanos,  y  sus  relaciones  y  acciones  son  similares a  las  de  las  sociedades  humanas.  De esta  manera,  los  procesos  míticos  se  expresan  como aventuras  teñidas  por  pasiones semejantes a las humanas. En el mito, las aventuras modifican a los dioses, seres proteicos. En el momento de la culminación mítica — con frecuencia la aparición prístina del Sol en el  horizonte—  se  produjo  la  fijación  de  las  últimas  características  definitivas  de  los personajes  de  la  aventura,  y  los  dioses  adquieren  una  capa  de  sustancia  pesada.  En  esta

forma cada uno de estos seres queda convertido en creador-criatura de una clase mundana, y  así  se  encuentra  sujeto  al  ciclo  de  vida/muerte. Elementos,  astros,  minerales,  vegetales, animales  y  el  hombre  mismo  son  concebidos  por  esta razón  como  seres  perecederos  que llevan  en  su  interior  una  persona  divina  no  perecedera.  En  este  portentoso  acontecimiento liminal  se  producen  también  las  incoaciones  de  los dispositivos  del  aparato  cósmico,  los ciclos, las instituciones y las bases taxonómicas.

7.  El  ser  humano  vive  intensamente  en  medio  de  un  conjunto  de  relaciones  sociales, tanto  por  los  fuertes  vínculos  con  sus  semejantes  como  por  sus  constantes  y  cercanas relaciones cotidianas de reciprocidad con el resto de las criaturas, con los dioses  y con los muertos. El mundo, así, está fuertemente animado, y algunos seres humanos, poseedores de conocimientos y facultades suficientes, tienen un trato personal con el resto de las criaturas. Es un nivel de comunicación por el diálogo interespecífico entre las diversas interioridades divinas que poseen los seres mundanos. Las características enumeradas remiten a un  complejo sistémico de  actos  mentales con el que una colectividad humana, en un tiempo histórico dado, aprehende holísticamente su propio  ser  y  su  entorno  para  interactuar  tanto  entre  semejantes  como  con  el  medio.  Esto hace necesaria una conceptuación idónea que analice y comprenda este conjunto.

II. Conceptuación

El  conjunto  que  pretendo  conceptuar  está  constituido  por  una  red  colectiva  de  actos mentales. Concibo estos  actos como procesamientos de información, de  carácter  complejo y  mixto,  que  por  su  naturaleza,  en  buena  medida  intersubjetiva,  permiten  operar  en relación   con   el   medio.   Es   frecuente   referirse   al   conjunto   holístico   tomando   en consideración únicamente su aspecto cognoscitivo; sin embargo, percepción, pensamiento, recuerdo,  creencia  y  razonamiento  están  teñidos  en

mayor  o  menor  grado  de  imágenes, emociones   o   intenciones.   Por   otra   parte,   las   más   simples   expresiones   y   acciones individuales o colectivas proceden de procesos mentales complejos. Los  actos  mentales  de  la  red  se  refieren  a  la  totalidad  unitaria  que  conciben  los miembros  de  una  entidad  social,  en  cuanto  éstos  suponen  que  la  dinámica  del  ecúmeno deriva  de la permanente  irrupción  de fuerzas  y  dioses procedentes del otro tiempo-espacio (el  anecúmeno),  y  atribuyen  las  características  de las  diferentes  criaturas  a  los  procesos formativos   ocurridos   en   dicho   tiempo-espacio.   Dioses,   leyes   cósmicas   y   procesos anecuménicos  no  han  nacido  por  mera  imaginación,  sino  por  la  necesidad  de  los  hombres de comprender los fenómenos del ecúmeno e interactuar con ellos. El complejo holístico es un hecho histórico. Debe ser contemplado como un proceso en constante  transformación, nunca  como  un  producto  acabado.  Se  caracteriza  tanto  por  su fuerte   permanencia   como   por   su   constante   adecuación   al   devenir   histórico.   Sus componentes se encuentran en perpetuo reacomodo. En términos braudelianos, el complejo está inscrito en los distintos ritmos de la historia.

La parte medular del complejo pertenece a  la  muy  larga  duración,  al  “tiempo  frenado”,  a  lo que  se  encuentra  “en  el  límite  de  lo móvil”,  lo  que  posee  la  falsa  apariencia  de  ser  inmune  al  tiempo.  Otros  componentes  del complejo  se  transforman  en  la  larga  duración,  Otros  más  son  más  lábiles  al  golpe  de  la historia,  y  así  hasta  llegar  a  los  verdaderamente  efímeros.  La  parte  medular  —una  parte medular  cuyos  límites  son  borrosos—  puede  ser  considerada  como  un núcleo  duro  que  es matriz  de  los  actos  mentales.  La  formación  de  este núcleo  se  debe  en  gran  parte  a  la decantación abstracta de las vivencias sociales, concretas, cotidianas y prácticas producidas a lo largo de los siglos. Del núcleo duro depende la organización de los componentes en el sistema,  el  ajuste  e  inserción  de  las  innovaciones,  y  la  recomposición  tras  la  disolución  o pérdida  de  elementos.  Puede  afirmarse  que  al  menos una  parte  de  dicho  núcleo  duro, arrastrada desde la  época de  los  primeros sedentarios agrícolas mesoamericanos, resistió a la conquista,  a  la evangelización  y a la larga vida colonial,  y que se encuentra presente en los actuales pueblos indígenas como uno de los componentes vertebrales de la tradición.

El   devenir   convierte    la   construcción   del   sistema    en   un   proceso   cotidiano, ininterrumpido.  Con  mucha frecuencia la  transformación  de sus partes  es desequilibrada  y debido  a  ello  se  produce  un  desfase  permanente  tanto  entre  sus  elementos  como  en  la conciencia  de  los  agrupados.  Las  innovaciones  derivan  tanto  de  las  vivencias  de  la generalidad  de  los  agrupados  como  de  procesos  reflexivos  —individuales  o  colectivos— que  tienen  el  propósito  de  modificar  alguna  parte  del  sistema.  La  primera  vía  es  difusa, invisible;  no  existe  en  ella  la  conciencia  de  afectar  el  sistema  general;  básicamente  la producen las interacciones prácticas de los hombres consigo mismos y con el medio. Puede ser  comparada  a  la  creación  de  una  lengua,  cuyas  formas  combinatorias  derivan  del  uso social de los hablantes que actúan sin intencionalidad ni conciencia de ir transformando el sistema. La lengua es obra de todos y de nadie; coherente como producto de la razón, no de la  conciencia  dirigida  a  su  transformación.  La  segunda  vía  semeja   la  labor  de  los gramáticos  que  descubren  las  normas,  las  formalizan  y  exponen.  Cabe  advertir  que  en  el proceso  de  transformación  la  primera  vía  es  muy  superior  a  la  segunda,  pese  a  la importancia que socialmente se otorga a líderes, profetas, jerarcas y filósofos. Los hombres construyen  colectivamente  la  parte  medular  de  las  creencias  religiosas,  los  principios jurídicos y los valores estéticos sin pensar necesariamente en la creación de dioses, leyes u obras de arte.

Si  bien  los  actos  mentales  se  producen  en  los  individuos,  éstos  son  seres  sociales, inmersos   desde   su   infancia   temprana   en   una   cultura. Toda   experiencia   es   única   e irrepetible; pero se da en un nicho cultural preexistente.4 Las innovaciones que nacen en las raíces mismas del conjunto —en el enfrentamiento de los hombres a la particularidad de lo concreto—  surgen  dentro  del  sistema  y  se  van  depurando  y  abstrayendo  durante  la comunicación.  El  acto  mental  más  simple  —aun  la  simple  percepción—  es  un  nudo  de múltiples   conexiones.   Algunas   conllevan   valores   normativos,   taxonómicos,   estéticos, aunque estos valores jamás hayan sido formalizados por la tradición en forma reflexiva. La infinita variación del devenir se reduce en la experiencia misma. La percepción generaliza, clasifica.  Los  procesos  mentales  tienen  su  propia  economía,  y  no  es  posible  atomizar  las representaciones de la realidad. Más allá, el lenguaje interior, presente en gran parte de los actos mentales, reduce la diversidad, ordena y proporciona su propia racionalidad. 

Los  actos  mentales  dan  origen,  con  la  comunicación,  a  un  proceso  colectivo.  La información,  sobra  decirlo,  no  produce  en  el  receptor  actos  mentales  idénticos  a  los  del emisor.  Por  una  parte,  el  nivel  de  intelección  varía  de  individuo  a  individuo:  depende  en buena  proporción   de   la  afinidad   cultural   de   emisores   y   receptores.  Por  la  otra,  la complejidad  de  los  actos  —referidos  como  nudos  de  conexiones—  varía  cualitativa  y cuantitativamente según las particularidades de cada uno de los agentes. La información va adquiriendo  “calidad  comunicativa”.  Al  extenderse  la  red  de  comunicación,  sobre  todo  al aumentar  la  heterogeneidad  de  los  agentes,  la  parte  nuclear  de  la  información  se  va distanciando  de  sus  procedencias  concretas  y  de  las  especificidades  conectivas  de  los agentes;  gracias  sobre  todo  a  la  analogía,  las  propiedades  conectivas  de  la  información  se enlazan  con  otras  informaciones  para  incorporarse  a enormes  órdenes  pertenecientes  a distintos niveles de abstracción. De éstos derivan modelos cognoscitivos y pautas aplicables a ámbitos  y  casos  concretos.  El  conjunto  sistémico se  dinamiza,  así,  con  flujos  y  reflujos que van de lo particular y concreto a los distintos niveles de abstracción, y de estos niveles generales  se  retorna  a  lo  concreto,  a  nuevos  casos particulares, en forma de guías de pensamiento y acción.

La intersubjetividad  produce  la  unidad  del  conjunto sistémico, que llega ser una gigantesca  red  de  relativa  coherencia,  formada  por los  actos  mentales de la colectividad constructora-creadora. Sin embargo, cada miembro posee una muy limitada porción de sus elementos.  Además,  la coherencia del sistema no uniforma  pensamientos, sentimientos  ni acciones  en  los  individuos.  Su  coherencia,  se  ha  dicho,  es  relativa.  Las  diferencias individuales y grupales se mantienen, respondiendo a idiosincrasia e historia, la que incluye divisiones  y  contradicciones  sociales,  tensiones y asimetrías. El sistema   permite   la interacción   que   abarca   el   juego   de   las   diferencias y  contradicciones; mantiene las posibilidades de comunicación —aun para la lucha ideológica—, y se convierte así en base de la gran palestra social.

De  igual  manera  —como  ya  se  mencionó—,  el  conjunto sistémico  permite  las  fuertes variantes temporales y espaciales determinadas por diferencia de relaciones de producción, de  recursos  económicos,  de  ambientes  naturales,  de tradiciones  particulares,  de  lenguas, etcétera.  La  unidad  se  mantiene  por  las  calidades  de  generalidad,  fundamentación  y estructuración  del  núcleo  duro,  y  éste  se  conserva, poco  afectado  por  los  grandes  cambios históricos cuando éstos modifican considerablemente niveles menos resistentes.

Todo lo anterior conduce a la relatividad de los radios espaciales, temporales y sociales de  los  conjuntos  sistémicos.  Las  entidades  sociales que  históricamente  pertenecen  o pertenecieron  a  una  tradición  varían  en  dimensiones y  su  constitución  se  ha  debido  a diversas  causas  (espaciales,  temporales,  lingüísticas,  sociales,  económicas,  etcétera).  No siempre habrá entre ellas límites discretos. Algunos de los conglomerados sociales quedan comprendidos  en  otros,  y  en  cada  nivel  grupal  existirá,  también,  un  nivel  de  conjuntos sistémicos.   Así,   por   ejemplo,   en   el   plano   histórico territorial, el conjunto general mesoamericano,  cuyos  elementos  constitutivos  se  centran  en  el  núcleo  duro  de  la  gran tradición, quedará dividido en subconjuntos de área, de región o de localidad. 

III. Definición

La conceptuación expuesta permite construir la siguiente definición:

Hecho histórico de producción de procesos mentales inmerso en decursos de muy larga duración, cuyo  objeto  es  un  conjunto  sistémico  de coherencia relativa,constituido  por  una  red  colectiva  de actos  mentales, con  la  que  una  entidad  social, en  un  momento  histórico  dado,  pretende aprehender el universo en forma holística.

Tras  formular  esta  definición,  creo  pertinente  agregar  breves  notas  aclaratorias  a  sus elementos:

[1] Hecho histórico

Se  subraya  su  identificación  como  hecho  histórico  para  destacar  su  calidad  objetiva como producto de una sociedad. No se trata, por tanto, de una mera herramienta teórica del historiador  o  del  etnólogo.  El  que  el  hecho  sea  o  no  reconocido  reflexivamente  por  sus agrupados no determina su existencia.

[2] de producción de procesos mentales

Sigo  muy  de  cerca  en  este  punto  la  definición  que  hace  Vilar  de  la  materia  histórica. Señala este autor que si el objeto de la historia es la dinámica de las sociedades humanas, la materia histórica la constituyen los tipos de hechos, e inicia la enumeración de éstos con los hechos  de  masas, entre  los  que  menciona  la  masa  de  los pensamientos  y  de  las creencias.5 Si  bien  los procesos  mentales a  los  que  me  refiero son  más  amplios  que  los pensamientos y las creencias —a los que incluyen—, la definición de Vilar es justa.

[3] inscrito en un ritmo de muy larga duración

La  muy  larga  duración  se  refiere  a  su  parte  nuclear.  Sin  embargo,  en  ese  marco histórico, el resto de sus componentes pertenecen a todos los ritmos de la historia, desde los de larga duración hasta los efímeros.

[4] cuyo objeto es un conjunto sistémico de relativa coherencia

No obstante que el conjunto es un sistema, su coherencia no es absoluta, lo que permite su  constante  transformación  histórica,  las  divergencias  internas,  las  variantes  regionales  y locales, etcétera.

[5] constituido por una red colectiva de actos mentales

Aunque el acto mental se produce en el individuo, su naturaleza es social por el carácter mismo   del   productor. El acto mental, hecho sumamente complejo, es un nudo de conexiones de elementos, entre ellos los culturales, que son en su mayor parte anteriores al individuo  y  que  están  presentes  en  él  debido  a  su  naturaleza  social.  La  red  se  origina cuando los actos mentales son información. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que la coherencia  del  sistema  no  llega  a  uniformar  pensamientos,  sentimientos  o  acciones  de  los individuos,  puesto  que  el  sistema  abarca  las  diferencias  individuales  y  grupales.  En esta forma, la red  permite la interacción en su más amplio  sentido, estableciendo principios básicos  de  entendimiento  y  reglas  suficientes  para la  comunicación  y  trato.  Así se da el juego de las diferencias y contradicciones, lo que hace del sistema la base de la  gran palestra social.

[6] con los que una entidad social

Los  grupos sociales productores del  sistema son de distintas dimensiones, y pueden estar interrelacionados como subgrupos o como grupos traslapados. Esto  hace que exista una  pluralidad de  subsistemas  de  distintas  dimensiones, ya incluidos unos en otros, ya intersecados.

 [7] en un momento histórico dado

El  carácter histórico del conjunto implica su modificación, debida a la cotidiana adquisición, modificación y pérdida de sus componentes. Como se afirmó, la transformación tiene ritmos diferentes, y el cambio de  los  estratos  más  externos  atenúa  el efecto del devenir en los más profundos.

[8] pretende aprehender el universo en forma holística

El  carácter sistémico del conjunto  hace que  la percepción de los miembros del grupo deba ser holística. Los  miembros del grupo creen en una  relación causal entre el tiempoespacio anecuménico y el ecuménico; en que la constante transformación de las criaturas es producida  por la sustancia ligera que permanece  en el  mundo  o  transita  por  él,  y  en  la existencia de leyes cósmicas que rigen tanto a las divinidades como a las criaturas. Por otra parte,  el  investigador  debe  tomar  en  cuenta  que  la creencia  en  dioses,  fuerzas,  mitos, tiempo-espacio anecuménico  y  composición  mixta  de las  criaturas  es  una  respuesta  a  la necesidad del hombre de aprehender racional y emocionalmente su entorno y su naturaleza, y que esta aprehensión requiere de la concepción de una totalidad de elementos vinculados firmemente.

[...]

*Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

1

  Propiamente me refiero a cadenas causales de actos mentales, de los que Díaz afirma: “Los actos mentales ocurren normalmente en cadenas causales de tal forma que, a pesar de sus diferencias fenomenológicas y de su aparente procesamiento modular, ...se originan unos a otros.  Por ejemplo, una sensación evoca una emoción, ésta un pensamiento y una imagen, y finalmente éstas originan una intención para actuar” (La conciencia viviente, p.  417).  Este mismo autor propone que los actos mentales particulares que definen el trabajo dinámico de la conciencia son de siete grandes clases: “sensaciones, percepciones, emociones, pensamientos (que  incluyen  conceptos,  juicios,  razonamientos,  creencias,  etc.),  imágenes,  recuerdos  e intenciones” (Díaz, La conciencia viviente,  p. 418).

2 Considero en este caso sus  calidades de  partícipes  de  la  cultura  del  grupo,  de  constructores  de  las modificaciones de la red y de usuarios de la misma.

3 Braudel afirma que hay diversas realidades cronológicas que se observan en el decurso histórico. Los temas que atienden al individuo y al acontecimiento corresponden al tiempo breve; la historia  económica  y  social está  ritmada  lentamente,  y  la  historia  de  aliento  mucho  más sostenido  pertenece  a  la  larga  o  a  la  muy larga duración  (Braudel, La  historia  y  las  ciencias  sociales,  p.  64 y 74).  Por otra parte, Braudel sostiene que el tiempo de la historia no fluye en una sola corriente, sino en capas simultáneas “como las hojas de un libro” (“Mares y tiempos de la historia”, p. 44).

4 véase la intervención que Díaz atribuye a la cultura en el sistema mental (La conciencia viviente, p. 451 y fig. XIV.4).

5 Vilar, Iniciación al vocabulario de análisis histórico, p. 43.

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Tomado de: http://conceptos.sociales.unam.mx/conceptos_final/495trabajo.pdf

 

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