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Códice Ixtlilxóchitl

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Tocuepotzin, noble con capa que tiene tenixo, “ojos en el borde”. Códice Ixtlilxóchitl, f. 105r.

Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces

 

 

El códice perteneció al famoso cronista tetzcocano Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1578-1650), autor de la Historia de la nación chichimeca y otras importantes relaciones históricas que relatan el pasado prehispánico de la región Tetzcoco-Aculhua.

Sin embargo, el documento, tal y como hoy lo conocemos, es en realidad el resultado de la recopilación de diversos manuscritos; es decir, las tres partes que hoy lo conforman son apenas tres fragmentos de un volumen mayor integrado por varios textos que pertenecieron al propio Ixtlilxóchitl y a Carlos de Sigüenza y Góngora.

 

 

La primera parte está integrada por 11 folios pintados por ambos lados que contienen textos y glifos relativos a los dioses, ceremonias y ritos del calendario civil de 18 “meses” o veintenas. Esta sección del Ixtlilxóchitl es probablemente copia de un documento hoy perdido, pues muestra un gran paralelismo con el Códice Magliabecchiano, el Códice Tudela y otros documentos de la época, por lo que al parecer, fueron varios códices los que se hicieron a partir del manuscrito que sirvió de fuente para su elaboración. La segunda parte del Códice Ixtlilxóchitl se compone de seis hojas en papel europeo que contienen pinturas de los gobernantes de Tetzcoco y dibujos del dios Tláloc y del Templo Mayor.

Según Patrick Lesbre (1998), las imágenes de los señores tetzcocanos pueden relacionarse con las obras de Francisco Hernández, en tanto que las láminas religiosas fueron tomadas por don Fernando de la relación histórica de Juan Bautista Pomar (1582) y copiados posteriormente, en el siglo XVIII, por Veitia (Doesburg, 1996). La tercera parte está formada por diez hojas escritas por Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, y son producto de una copia que él mismo realizó de la obra de fray Bernardino de Sahagún.

 

 

La colección entera de manuscritos originales, copias y códices que había logrado reunir Ixtlilxóchitl para escribir sus obras históricas, pasaron a su muerte, acaecida en 1650, a manos de su hijo. Don Luis de Alva Cortés conservó todos los papeles de su padre hasta que falleció en 1681, y entonces la colección pasó a manos de Sigüenza y Góngora, quien había mantenido una estrecha amistad con el hijo del historiador tetzcocano.

 

 

Notable historiador, poeta, astrónomo y matemático, Sigüenza y Góngora conservó los códices y documentos hasta su muerte en 1700 y, conforme a su testamento, dejó como heredera de sus manuscritos a la biblioteca del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de la orden de los jesuitas en la ciudad de México.

 

 

El Códice Ixtlilxóchitl, así como el resto de la colección, permaneció en esa biblioteca hasta que lo recogió el humanista italiano Lorenzo Boturini Benaduci (1702-1755) durante sus pesquisas para recopilar manuscritos históricos.

 

 

Tomado de:

 

http://www.arqueomex.com/S2N3nHistorias99.html  

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