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EL HOMBRE EN EL PENSAMIENTO RELIGIOSO NÁHAUTL Y MAYA. Mercedes de la Garza.

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(Fragmentos) 

No sabemos hasta qué grado, antes de este periodo, la cultura náhuatl haya podido estar influida por la malla; pero si conocemos, por su propia palabra, que por lo menos en los últimos tiempos del período postclásico, tanto los mayas de Yucatán, como los Mayas de Guatemala, se consideraban herederos de los toltecas, y que los grupos aguas venían de la cultura tolteca, la Toltecáyotl, como la raíz de todas sus creaciones. Mercedes de la Garza 1978.

Las distintas versiones del mito cosmogónico náhuatl coinciden en afirmar que los Soles o Edades anteriores a la presente fueron cuatro y que terminaron con catástrofes ocasionadas por cada uno de los cuatro elementos: tierra (ocelotes), viento, fuego y agua, aunque dan distintas ordenaciones de estas edades. La época actual es el quinto Sol o Sol de Movimiento, que terminará con terremotos y hambres. Mercedes de la Garza 1978.

El mito cosmogónico de los Soles, que acabamos de presentar, es uno de los más elaborados y de los más profundos y ricos en contenido entre los mitos de este tipo. A nuestro parecer, nos habla de un proceso generador determinado por un principio vital cósmico, encarnado en el Sol, que deviene produciendo sucesivamente los cuatro grandes elementos, los cuales, a su vez, actúan como vehículos de la aparición de nuevas plantas, que determinan la situación de los seres humanos, y de nuevos animales, que surgen de la metamorfosis de los hombres. Es decir, que no se trata de un mito que hable de la existencia de diversos mundos, sino de la génesis del mundo, entendida como la progresiva aparición de sus componentes y la transformación del hombre. Mercedes de la Garza 1978.

El mito cosmogónico del Popol Vuh es el más completo y significativo entre las expresiones sobre el origen que conocemos de los antiguos mayas. Este mito describe la creación como un proceso que va desde la decisión de los dioses de crear al hombre y al mundo, hasta la formación del hombre, que completa y da sentido a la obra de los dioses. Mercedes de la Garza 1978.

Esto significa que los quichés vieron al mundo como un sitio ordenado, dividido en cuatro partes, determinadas por los puntos cardinales, que estaban representados por los dioses Bacabes, como nos lo dan a conocer los mayas de Yucatán. Por ser ordenado, el mundo es algo racional, susceptible de ser medido y comprendido por el hombre. Mercedes de la Garza 1978.

A Gucumatz se le llamaba también en el Popol Vuh “Corazón del Cielo”, lo cual alude a la energía vital de los dioses, el principio de vida, pues los nahuas y los mayas situaban en el corazón la energía vital del hombre, como veremos más adelante. […] La idea de la palabra como la fuerza creadora primordial aparece en la mayor parte de las cosmogonías del viejo mundo, como el Génesis, la cosmogonía egipcia y la cosmogonía bíblica. Los mayas dicen: !Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Qué esta agua se retira y desocupe el espacio, que surja la tierra y que se afirme!... ¡Tierra! Dijeron, y al instante fue hecha. Mercedes de la Garza 1978.

Bien enseguida en el mito la narración de la creación del hombre: tomará su decisión, los dioses creando un hombre de la tierra, pero este hombre no tenía conciencia, se deshacía, tenía la vista velada; aunque hablaba, no tenía entendimiento y, por ello, se humedeció con el agua y desapareció. Este hombre no respondió a la necesidad de los dioses porque no tenía entendimiento, y no tenía entendimiento por qué había sido hecho de una materia inerte, no de una materia viva, por lo que no tenía poco movimiento; o sea, que la conciencia no depende sólo de la palabra, se requiere algo más. Mercedes de la Garza 1978.

Después de haber fracasado con el hombre de barro, los dioses conciben la idea de hacer un hombre de madera, materia más consciente que el barro; pero antes de actuar piden ayuda a los adivinos Ixpiyacoc e Ixmucané, que ejercen la adivinación echando granos de maíz. Aquí se expresa en sentido mítico la importancia que tenía el ritual de la adivinación para los mayas, ya que nos presentan a los mismos dioses ejecutándolo. La misma significación pueden tener en el mito en náhuatl la aparición de Oxomoco y Cipactónal en la creación de los hombres del quinto sol. Mercedes de la Garza 1978.

En este fragmento se nos revela otra idea esencial: que la existencia de la multiplicación no bastan, que no consiste en eso la vida propiamente humana; lo que hace al hombre humano, para el quiché, es el espíritu, el entendimiento, pero éste está radicalmente ligado al principio de vida: la sangre. Así, la conciencia de los creadores, que es lo que caracteriza al hombre, sólo puede radicar en un ser vivo, un ser con sangre y humedad. Mercedes de la Garza 1978.

En el simbolismo religioso mesoamericano aparece el juego de pelota con varias significaciones, pero lo más frecuente es que representa la lucha de las fuerzas luminosas contra las fuerzas oscuras, encarnadas en los astros. Por tanto, en esta significación, el campo de juego simboliza el cielo, y el acto de jura, la eterna pugna de los astros. Para los aztecas, en particular, según un mito recogido por Tezozómoc, el juego simboliza la lucha de Huitzilopochtli, y el Sol, contra Coyolxauhqui, la Luna, y los Centzonhuitznáhuac, las estrellas y degollar a la Luna, para después devorar su corazón. Mercedes de la Garza 1978.

El relato de la creación del hombre en el Popol Vuh es distinto al náhuatl, sin embargo, advertimos muchos símbolos comunes, fundamentalmente el maíz, que aparece como la base de la diferencia de este hombre nuevo. Esta idea es esencial, pues expresa que para los mayas y los nahuas es lo físico, lo material, simbolizado en el alimento, lo que primariamente cuentan el ser del hombre; no se habla en los mitos de dones espirituales que los dioses hayan hecho partícipe de la formación del hombre, sino que es la materia nutritiva, el maíz, lo que va a permitir que el hombre sea un ser consciente; no es el espíritu el que infunde vida a la materia, como ocurre en otras cosmogonías sino la materia la que condiciona el espíritu. Mercedes de la Garza 1978.

En el texto de Las Casas nos informa que los mayas compartían con los náhuas el mito cosmogónico de los Soles o Edades que han terminado con una catástrofe, y nos puede corroborar la idea, que hemos expresado antes, de que la destrucción por agua de los hombres de madera, narrada en el Popol Vuh, corresponde al final del cuarto sol, en el que la tienen los hombres fueron destruidos por el agua. Por lo tanto, el Sol y la Luna que resultan de la apoteosis de Hunahpú e Ixbalanqué parecen estar representando la Edad actual, en la cual surge el hombre verdadero, el hombre de maíz, el hombre creado por Quetzalcóatl, que es capaz de reconocer y venerar a los dioses. Mercedes de la Garza 1978.

Para los nahuas y los mayas, el mundo fue creado por los dioses para habitación del hombre, y el hombre fue creado por una necesidad de los dioses no sólo de ser reconocidos y venerados, sino de ser sustentados, o sea, de tener un fundamento para su existencia. Mercedes de la Garza 1978.

Por tanto, el hombre es concebido como un ser diferente de los otros entes que pueblan el mundo; esta diferencia estriba en que es el único que puede vincularse con los dioses, por el privilegio que le da su conciencia, y es un ser consciente porque participa en su ser mismo de la divinidad. El hombre constituye así la jerarquía más alta entre los seres creados, la inmediata a los dioses; pero no es un ser perfecto sino un ser carente que, por ello, necesita de los dioses para subsistir. Asimismo, los dioses tampoco se conciben como seres perfectos, ya que ellos también necesitan al hombre para subsistir. El hombre es un ser insuficiente y sus dioses también lo son, pero la armonía dinámica que ambos constituyen les da la suficiencia, y como todos los demás seres del cosmos ocupan jerarquías inferiores, su existencia depende de esta armonía. Mercedes de la Garza 1978.

El vínculo del hombre con los dioses es, pues, el sentido de la existencia humana y el motor de la dinámica del cosmos; una vez que este vínculo se ha establecido, el cosmos se mantendrá por la constante interacción entre dioses y hombres, que consiste en que, al generar la vida de los hombres y su mundo, los dioses permiten que el hombre pueda sustentarlos, y al sustentar a los dioses, manteniendo así su existencia, los hombres permiten que aquellos generen la vida del cosmos. Mercedes de la Garza 1978.

Las ideas cosmogónico de los mayas y los nahuas nos han revelado que entre estos pueblos el hombre fue concebido como el ser que, gracias a su conciencia, tiene como misión sustentar a los dioses, de quienes, a la vez, depende la existencia en su totalidad. O sea, que el hombre es el responsable de la existencia del cosmos. Mercedes de la Garza 1978.

Entre los nahuas, la idea religiosa de la situación del hombre en el mundo se manifiesta en los discursos pronunciados en las ceremonias familiares, como las palabras dirigidas al niño por la parte era en el momento del nacimiento y de las purificaciones por agua; en los parabienes a los padres de los recién nacidos, en las felicitaciones por una boda o los pésames en los funerales; en los consejos de los padres a sus hijos para llevar una vida virtuosa; en las oraciones dirigidas a los dioses, en las leyendas míticas y en las costumbres rituales. Mercedes de la Garza 1978.

Pero además, el hombre vive en una constante obligación ritual, que está presente en todos los aspectos de la vida humana, empezando por los trabajos para la subsistencia, lo que expresa su idea de haber sido creado para venerar y sustentar a los dioses. En la manera de vivir el ritual se manifiesta, como algo esencial, el pacto con los dioses, que consiste en que ellos ven la vida al hombre y la propician, con la finalidad de que éste lo sustente. Mercedes de la Garza 1978.

El ritual era la obligación fundamental de todo hombre, cualquiera que fuera su modo de vida individual, pues a ello estaba destinado por su misma existencia. Pero cada hombre tenía un modo particular de cumplir con esa misión común, ya que, así como había un determinismo general, había un determinismo individual: las influencias de los dioses que regían el día del nacimiento obligaban a cada hombre a realizar un modo particular de vida, pues determinaban tanto sus inclinaciones naturales como sus actividades. A este destino individual los nahuas le llamaron tonalli. Mercedes de la Garza 1978.

Además del Tonalli, el individuo estaba inscrito en otro determinismo, que permitía mantener el orden comunitario: su función social. Esto lo advertimos en otra ceremonia que, entre los Navas, era un segundo lavatorio efectuado, por lo general, cuatro días después del nacimiento. En este rito daban al niño una mantita, una ro rodelita, un arco y cuatro fechas pequeñas, y a la niña, unas enaguas, un huipil, una camisa, una fecha quita y un huso; una rueca y los demás objetos para tejer. El sentido que esto tenía era mostrar al niño lo que debería de ser de grande, señalaron el camino que debía de seguir y el lavatorio significaba asentar en el su tonalli y propiciar su vida, ya definida, con la energía mágica fecundante del agua, pues la partera, que era la sacerdotisa de esta ceremonia, dando aprobar el agua el niño le decía estas palabras: “tómala, recíbela. Aquí está aquello con lo cual te elevará más, con lo cual vivirás en la tierra, con lo cual crecerás, con lo que te desarrollarás”. Mercedes de la Garza 1978.

El hecho de que el hombre haga su propio destino implica que, siendo determinado por los dioses y por los hombres, es un ser indeterminado, indefinido, inacabado. Efectivamente, para los nahuas y los mayas el hombre tiene una constitución peculiar que lo distingue de las plantas y de los animales: su ser no nace acabado, sino que es un ser potencial y, por ello, susceptible de ser formado para cumplir con la misión: constituirse en el responsable de la existencia del cosmos. Mercedes de la Garza 1978.

Miguel León Portilla, en el capítulo de su Filosofía Náhuatl, que titula “doctrina en agua acerca de la persona”, nos ha dado a conocer el pensamiento de los tlamatinime acerca de lo que fue “el constitutivo del hombre”. Descubre que en el disfrasismo  in ixtli in yóllotl (cara, corazón) el concepto de lo que en el pensamiento occidental llamamos “persona”, y afirma que los nahuas aunaron en este dice disfrasismo “dos aspectos fundamentales del yo: su fisonomía interior y su fuente de energía”. Sólo que este yo no es algo dado, sino que cada hombre de adquirir su propio “rostro” por medio de su dinamismo o impulso o afán de ser: “corazón”. Así, el hombre es, en el pensamiento náhuatl, el ser que se hace asimismo, el ser potencial, susceptible de adquirir una individualidad, susceptible de ser “persona”. Mercedes de la Garza 1978.

Adquirir un rostro y un corazón, o sea, la individualidad, fue, por tanto, la meta de los sabios de nahuas y el sentido de la educación. Dice León Portilla que la concepción náhuatl acerca de la persona “no es una definición a base de género y diferencia específica. Es una mirada viviente, que a través del rostro, apunta a la fisonomía interna del hombre y que en el palpitar del corazón descubre simbólicamente el manantial del dinamismo y el querer humano. Y como una consecuencia de esto, encontramos que la idea nahuas del hombre, en vez de ser cerrada y estrecha, deja abierto el camino a la educación, concebida como formación del rostro de los seres humanos y como humanización de su querer”. Mercedes de la Garza 1978.

Así, el adquirir una personalidad se logra por medio de la educación, de la cual estaban encargados los tlamatinime, quienes buscaban “humanizar a la gente”, a ser “rostros sabios y corazones firmes”, de los rostros borrosos y los corazones débiles. La educación era fundamentalmente Ixtlamachilitztli, “acción de dar sabiduría los rostros” y Yolmelahutistli, “acción de enderezar los corazones”. Mercedes de la Garza 1978.

Pero en sentido estricto, el hombre no es un ser libre, si no es libre indeterminado al mismo tiempo, porque la realización de su “rostro” y su “corazón” consiste en el cumplimiento de su tonalli, y en este cumplimiento está respondiendo a la finalidad para la cual fue creado. El hombre no puede hacerse a sí mismo lo que él elija ser, sino que debe constituirse en lo que los dioses necesitan que sea: el ser que los venere y los sustente; y como el sustento de los dioses es la energía vital que ellos mismos generan en el mundo, las normas de comportamiento, en cuyo cumplimiento el hombre realiza su “rostro” y su “corazón”, tiene como principios mantener y propiciar la vida y combatir todo aquello que atente contra ella, y el mantener un orden comunitario que permite el cumplimiento del ritual. Mercedes de la Garza 1978.

 

En todos estos textos se expresa que la vida humana es valiosa en tanto que es vida natural, sujeta a las necesidades materiales. No hay otra aspiración que la de procurarse los goces y alegrías inmediatos; es decir, que la finalidad de la vida humana es la vida misma, no está en un “más allá”, en una vida superior, sino en vivir esta vida de la mejor manera, desde un plano natural, porque ello es lo que permite al hombre sustentar a los dioses, para que, a su vez, ellos generen la vida del hombre y del cosmos, como se expresa en el texto sobre los mantenimientos. Mercedes de la Garza 1978.

 

La moral náhuatl y maya tienen, por tanto, un sentido inmanente: el hombre no se comporta moralmente para recibir un premio o un castigo después de la muerte, sino para realizar su “rostro” y su “corazón” y cumplir así con su misión de sustentador de los dioses; y el castigo al mal comportamiento no es una vida de torturas en un “más allá”, es la muerte. Esto significa que el fundamento moral de la vida está en ella misma y es determinado por la peculiar relación que existe entre los hombres y los dioses. Así, la finalidad de la vida moral es la vida, que el hombre se gana con una constante lucha contra todo lo que atente contra ella y con un estricto ritual propiciatorio. Por ello, la vida moral es vivida como un camino lleno de dificultades… Mercedes de la Garza 1978.

Mediante el análisis de la forma de vida religiosa de los náhuas y los mayas hemos venido a saber que la idea del hombre y el sentido de su vida, expresada en el mito cosmogónico, está presente, de manera radical, en la forma concreta de existencia de estos hombres. Para ellos la misión cósmica del hombre está en la base de los múltiples modos de vida, dentro de los cuales cada hombre tiene también determinado su propio camino a seguir para cumplir con el destino común. Es decir, que el sentido general de la vida humana se concreta con la responsabilidad individual de cada hombre frente a su destino personal o tonalli, determinado por las influencias de los dioses que dije el día en que nace, en el ámbito del cual el hombre realiza la misión para la que fue creado. Mercedes de la Garza 1978.

Y como esa misión consiste en venerar y alimentar a los dioses con la energía vital que proviene de ellos mismos, las normas de comportamiento tienen como principios el propiciar la vida y combatir todo lo que atente contra ella, y el mantener un orden comunitario que permite el cumplimiento del ritual, mediante el cual los dioses reciben la substancia. Este sentido de la vida humana no se explica el profundo vitalismo que caracteriza a los nahuas y a los mayas, y su entrega a la obligación ritual, pues en ello el hombre está, nada menos que, generando su propia existencia y la del cosmos. Mercedes de la Garza 1978.

Para los nahuas, la energía vital de los hombres (al morir) podía ir a los cuatro lugares: el Mictlan o “lugar de los muertos”, llamado también Ximohuayan o “lugar de los descarnados”. El Tlalocan o “lugar del dios de la lluvia”. El Tonatiuhilhuícac o “cielo del Sol”; y el Chichihuacuauhci o “donde está el árbol nodriza”. Mercedes de la Garza 1978.

Las ideas sobre la muerte de los nahuas y los mayas vienen, entonces, a corroborarnos el sentido fundamental que la existencia del hombre tenía para ellos: honrar y alimentar a los dioses; pero nos permiten saber que esa misión no la cumple el hombre solamente en su vida en este mundo, sino que trasciende a su propia muerte, realizándose de un modo distinto a como se realiza la vida terrenal, pero conservando el mismo sentido: el vínculo esencial del hombre con sus creadores, que es el eje de la existencia del cosmos. Mercedes de la Garza 1978.

Pero la simple unión de los hombres no basta, porque de todos modos poco a poco todos han de morir; es necesario crear algo firme y duradero, algo inmortal que haga verdadera esa comunidad, y así el poeta encuentra en el hombre solo se inmortaliza con su propia obra espiritual; se descubre a sí mismo como un ser creador y, por ello, semejante a Dios; descubre, además, que esta obra, producto de su capacidad creadora, sólo cobra sentido dentro de la comunidad, y afirma que la verdadera hermandad inter humana es el diálogo de aquellos que han vencido a la muerte mediante su palabra, su creación espiritual: la “Flor” y el “Canto”.

El mundo en el que el hombre tiene que vivir esta regido por una lucha de contrarios, que constituye el motor del cambio; estos contrarios son vida y muerte, dos energías opuestas que traen consigo el bien y el mal. Así, vienen mal no son fuerzas intrínsecas a la naturaleza humana, sino que están objetivadas en los dioses: el bien son las energías provenientes de los dioses de la vida, y el mal, las energías que emanan el dios de la muerte. Para mantener su vida, con la cual el hombre sirve a los dioses, a de conjuntar constantemente las energías alérgicas y propiciar las benéficas; la acción libre del hombre se mueve frente a estas dos fuerzas externas a él y en esa elección consiste la moral, que es moral porque es la relación que los hombres eligen responsablemente establecer con los dioses. Mercedes de la Garza 1978.

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Tomado de:

El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya. Mercedes de la Garza. UNAM, 1978.

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

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