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Raíces de la lengua un texto de 1994. Libardo Silva Galeana

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Ojarasca, Periódico La Jornada
Marzo 2016

En los últimos años se ha observado en muchas regiones de habla  náhuatl, así como en comunidades de otras lenguas, el surgimiento de una lucha por la preservación de nuestras lenguas y culturas ancestrales; ha surgido una especie de necesidad por reafirmar nuestras raíces, no las occidentales, omnipresentes en todos los órdenes de la vida, sino aquellas que, por las razones que sean, no hemos sabido valorar y, lo que es peor, ni siquiera habíamos intentado entender.


Los nahuas que hemos podido realizar estudios, a veces de alto nivel, en las universidades y otros centros de educación superior, somos no sólo observadores, sino testigos y actores en el desenvolvimiento de nuestras comunidades.

Sabemos de los anhelos, de las aspiraciones de nuestros hermanos; vivimos, gozamos y sufrimos con ellos; amamos lo nuestro, amamos a la naturaleza, amamos con entrañable amor a la generosa tierra que nos alimenta y nos vio nacer.

Sueño, 2005, Teotitlán del Valle Oaxaca. Foto: Nadja Massün

Somos testigos y actores en esa forma de solidaridad, hermandad que son los tequios, en los que la colaboración y el apoyo son formas de convivencia que permiten una relación fraternal entre los vecinos.

En la misma forma llevamos en la mente todos aquellos valores morales que nuestros padres nos inculcaron en la niñez y que a su vez ellos recibieron de nuestros abuelos, traduciéndose en el respeto a los ancianos, el respeto a la naturaleza, el respeto al prójimo, el respeto a todo lo que forma parte de nuestro vivir cotidiano; respeto, pues, a las semillas, a las plantas, a los animales, etcétera.

Estamos plenamente convencidos de que la literatura mexicana no es un receptáculo en el que sólo pueda caber lo escrito en lengua española; lo ha dicho ya nuestro maestro, el doctor Miguel León-Portilla, que el conjunto de la palabra de la tradición prehispánica constituye el primer gran capítulo de la literatura mexicana.

Pero el reconocimiento cabal de nuestra pluralidad cultural aún está por lograrse, aunque en el extranjero haya ocurrido ya, pues son muchas las universidades del mundo en donde se estudia la lengua náhuatl y la literatura escrita en ella.

A  los escritores en lengua náhuatl podemos dividirlos en dos sectores: aquellos que recogen la tradición oral de su región y los que, muchas veces basándose también en la tradición oral, en los acontecimientos importantes de la historia local, describen las costumbres y el modo de vida de los vecinos de una comunidad, o aquellos que definitivamente escriben relatos, cuentos y cantos de su personal inventiva.

Es en el área de los axcan-cuicapihqueh, los modernos creadores de poesía, y de los axcan-tlaquetzqueh, los narradores, en donde encontramos a creadores para los que, empleando el tradicional concepto de lirismo tanto para unos como para los otros, podemos hallar creadores originales y es que, como lo hemos venido sosteniendo desde hace mucho y lo repetimos cada vez que hallamos la oportunidad, estamos asistiendo a un renacimiento de la cultura náhuatl y en general de las culturas indígenas.

Nuevos forjadores de cantos, nuevos narradores están creando una literatura que aspira a ser el testimonio de la vida presente que finca sus raíces en la vieja sabiduría de los hombres de habla náhuatl que poblaron muchas regiones de México. Lo mismo sucede en las demás lenguas indígenas que se hablan en nuestro país.

Esta literatura no significa, como muchos podrían pensar, el afán romántico de unos ilusos que pretenden recrear algo que ya carece de sentido o que ya ha muerto. Es en verdad esta literatura el testimonio, la prueba de que la cultura creada por nuestros antepasados, a pesar del abandono en que ha permanecido, y a pesar de todas las contingencias, sigue vigente y está en posibilidades de dar más: el renacimiento o el nacimiento de una literatura indígena contemporánea.

Con años de esmero y aprendizaje, nutriéndose en la sabiduría de nuestros abuelos, y haciendo suyas las aspiraciones y las luchas de sus hermanos contemporáneos, estos modernos tlahcuilohqueh, escritores, han realizado una labor digna de encomio.

Su trabajo nos hace concebir esperanzas, pues el mensaje más importante que de ellos extraemos es el de que a las lenguas de nuestros abuelos aún no se le han agotado sus vetas. Tenemos entonces la obligación de preservarlas por su intrínseco valor cultural y porque constituyen un rasgo, acaso de los más importantes, de nuestra condición de indígenas, que nos da identidad y que enriquece la identidad de México.
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Librado Silva Galeana (1942-2014) escritor, editor, paleógrafo, investigador, traductor del náhuatl clásico y moderno, nació en Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta. Entre sus obras principales, Testimonios de la antigua palabra, con Miguel León-Portilla; Flor y canto de los antiguos mexicanos, con Natalio Hernández; los libros colectivos Narrativa náhuatl contemporánea, In iihyo-in itlahtol/Su aliento-su palabra. Con Elpidia Cruz Díaz preparó un Recetario nahua de Milpa Alta, y en colaboración con Carlos Montemayor, Enrique García Escamilla y Enrique Rivas Paniagua elaboró el Diccionario del náhuatl en el español de México. Este texto se publicó originalmente en el desaparecido suplemento Letras Indígenas, en Ojarasca, mayo de 1994.

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