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LA CALIDAD MORAL DE LOS POLÍTICOS Y LOS FUNCIONARIOS

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La mayoría de los candidatos en el mundo a elección popular vía el sistema de democracia partidista (democracia representativa), tienen una larga cola que les pisen. El culto al dinero mal habido, al enriquecimiento inexplicable y la ambición desmedida por el poder, hacen de estos personajes verdaderos crápulas frente al erario y eficientes negociadores de prebendas políticas a través del tráfico de influencias.

 

Recientemente el General Augusto Pinochet, enfrenta el problema de que no puede aclarar cabalmente los 16 millones de dólares que posee en cuentas bancarias fuera de Chile. Pero en México con sólo 6 años, Salinas de Gortari se convirtió en uno de los mexicanos más ricos.

 

La honestidad y la honorabilidad no son tomadas en cuenta por los mexicanos cuando sufragamos el voto que valida a estos personajes en el poder. La mercadotecnia política vende a los candidatos por su físico, por una imagen creada artificialmente y fundamentalmente, por mucho dinero que se les invierte a través de la publicidad.

 

“El pueblo sólo puede elegir, entre los que con anterioridad eligieron los verdaderos electores”. El pueblo mediante la publicidad sólo puede elegir dos o tres productos mercadológicos. Los mexicanos no podemos decidir quienes debe ser los candidatos, eso sólo es reservado a una pequeña cúpula de poderosos a los que les rinden cuentas los elegidos.

 

Pero lo que sí podría hacer el pueblo, usted amable lector o el que escribe, es votar a aquellas personas que los poderosos nos han seleccionado, siempre y cuando fueran personas de una conducta intachable, de reconocida honorabilidad, gente decente con principios y valores éticos y morales.

 

Si el pueblo fuera conciente de que al poner en un puesto de elección popular a una persona solvente moral y éticamente, se aseguraría que la democracia representativa fuera menos dañina. Una persona honesta y con valores, no se prestaría tan fácilmente a los contubernios y las corrupciones propias del poder.

 

La sociedad civil debería exigirle a los partidos políticos y los cerrados círculos del poder, que la selección de los candidatos a elección popular recayera en personas inmaculadas, sin malos antecedentes económicos y políticos y menos criminales.  

Se que esto suena muy fantasioso, pero dígame usted, ¿existe alguna otra forma de que el pueblo pueda elevar la calidad de sus gobernantes? Tan no es disparatada esta propuesta, que en los países del primer mundo, lo más vulnerable de un político o candidato, es la parte que se refiere a su vida privada y sus valores éticos y morales.

 

Ese es el punto, el pueblo debe exigir que los políticos sean gente intachable. Que un secándolo pueda costarle su carrera política. Eso permitiría elevar la atmósfera y la vida política de la nación.

El problema en México, es el cinismo y el descaro de los ambiciosos por el poder que, teniendo un pasado lleno de irregularidades, acusaciones, pleitos y hasta antecedentes penales, son postulados por los partidos políticos de todos los colares.

 

El pueblo debería enseñarles a los políticos que la honestidad debería ser la condición básica e indispensable para aspirar a un cargo público y mantenerse en el gobierno. Si se lograra una conciencia social en este sentido, indiscutiblemente mejoraría nuestro país y la vida de cada uno de los ciudadanos. En la administración pública debería ser lo mismo. No deberían estar en el gobierno cualquier persona que se haya puesto en duda su honorabilidad.

 

Lo triste es que los mexicanos, como no sentimos en verdad “nuestras-propias” las instituciones, las leyes y las autoridades que, desde 1521 sólo han servido para saquear la riqueza y explotar al pueblo, hemos desarrollado alentados por la colonización, un estado corrupto. Mucha gente, “grandes y pequeños” entran al gobierno a “ver que sacan”. Es indicativo esos letreros que se ponen unos y otros de “ya ganamos”, después de una contienda electoral. La democracia y el gobierno como botín.

 

Deberíamos voltear los ojos a la milenaria experiencia de nuestra civilización madre, que a lo largo de miles de años creó un sistema de organización social que sobrevive hasta nuestros días. El sistema de cargos (democracia participativa), el supremo valor de servir a la comunidad, el tequio, la honradez comprobada ante la comunidad en el desempeño de una responsabilidad pública, tienen milenios de demostrarnos que dan resultado. Es la democracia más antigua de la humanidad en funciones, con tal vez, más de tres mil años de expereincia continua.

 

Los que ejercen el poder deberían ser un ejemplo a la sociedad de rectitud, honorabilidad y decencia. Su vida debería ser totalmente austera y frugal, sin tacha, excesos o degradaciones. Su calidad moral avalaría sus decisiones en bien de las mayorías... usted, amable lector, ¿qué piensa de esto? (2006).

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