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La conjuración de Martín Cortés en la monarquía indiana de Fray Juan de Torquemada (Fragmento).

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La conjuración de Martín Cortés 
<br>en la monarquía indiana de Fray Juan 
<br>de Torquemada (Fragmento).
Foto. Martín Cortés Zuñiga.
El primer medio siglo tras la conquista de la ciudad de Mé-
xico fue un período crítico en lo que a estabilidad social y política
se refiere en el recientemente creado virreinato de Nueva España:
las expediciones en busca de Cíbola, los conflictos en la goberna-
ción entre Hernán Cortés y los funcionarios peninsulares o, ya
más adelante, la conjuración del heredero del marquesado del
Valle a la que dedicaremos el presente trabajo son un claro ejem-
plo de la dicha crisis.
Podemos afirmar que la conjuración de Martín Cortés es la
más significativa de todas estas manifestaciones de inestabilidad:
tras el intento de la primera generación de criollos de coronar al
heredero del conquistador y desterrar el poder del monarca me-
tropolitano se esconde una pulsión diferencial que, andando el
tiempo, va a llevar al virreinato a convertirse en nación.
Las diversas conductas represivas que los jueces y pesquisido-
res enviados desde la Península van a aplicar sobre las grandes fa-
milias novohispanas pueden parangonarse, aunque sólo en lo que
al estamento más elevado se refiere, a las revueltas de Orange que,
en tiempos cercanos, afectaron también al imperio español2. Claro
ejemplo de ellos son los hermanos Alonso de Ávila y Gil González
Benavides de Ávila, que probablemente fuesen la mayor fortuna
del virreinato tras el marqués y que, señalados como cabecillas de
la conjura, van a ser los primeros en perder vidas y haciendas. Tras
ellos, muchos otros a los que nos referiremos más adelante.
Varios son los autores que se van a detener en la conjuración
del marqués del Valle y a hacer comentarios sobre ella; para el
presente trabajo nos centraremos en fray Juan de Torquemada,
contemporáneo a los hechos narrados. Su labor no es meramente
la de elaborar una historia que conoce de primera mano, sino la
de reelaborar los textos de otros autores, entresacando de unos y
otros, para construir una historia teleológicamente dirigida a lo
divino, que recoge en su monumental Monarquía Indiana3. Por lo
que respecta a la conjuración del marqués del Valle, su postura
es clara: defiende la acción del gobierno ante el delito de los her-
manos Ávila y el resto de conjurados. Aunque, si leemos entre lí-
neas, no es difícil descubrir sus dudas acerca de si esa tan
mentada conjuración existió en realidad o si fue una artimaña de
los enviados peninsulares que controlaban el poder para aplacar
a los levantiscos herederos de los conquistadores.
Además de fray Juan, conviene destacar otro autor contem-
poráneo a los hechos y que también trata la materia: Juan Suárez
de Peralta. En su Tratado del descubrimiento de las Indias y su con-
quista narra los acontecimientos previos y posteriores al alza-
miento ?de cuya veracidad duda- así como las condenas a los
criollos, la mayor parte amigos suyos. Esta cercanía emocional a
los hechos narrados transforma su obra en un testimonio extre-
madamente valioso para iluminar, con su pálpito de cotidianeidad,
la escritura de Torquemada. La línea histórica diáfana de
este, unida a las pinceladas de intrahistoria de Suárez de Peralta,
contribuirán -o eso esperamos- a una mejor compresión del pen-
samiento de los primeros criollos novohispanos ante la posibili-
dad de autogobernarse.

La conjuración de Martín Cortés 
<br>en la monarquía indiana de Fray Juan 
<br>de Torquemada (Fragmento).FRAY JUAN DE TORQUEMADA


2. LAMONARQUÍA INDIANA DE FRAY JUAN DE TORQUEMADA
A pesar de haber nacido en la Península, fray Juan de Torque-
mada va a vivir la mayor parte de su vida, desde la infancia, en
la Nueva España. Allí fue ordenado sacerdote en 1582, comenzó
su predicación entre los indígenas y mantuvo contacto con algu-
nos de los personajes más representativos de la época, entre los
que se cuentan fray Bernardino de Sahagún, fray Juan de Men-
dieta o Bernal Díaz del Castillo. Fue, además, un enamorado de
su patria de adopción, de la que dijo:
En esta ciudad de México concurren todas las calidades y buenas partes
que se puedan pensar, para poder afirmar de ella ser una de las mejores del
mundo y que ninguna de su tamaño es tan buena y que a muchas mayores
excede. Y porque no parezca que hablo con afición, aunque no niego tenérsela
por haberme criado en ella, sino que hablo con la fuerza de la verdad4.
Su obra más importante, la Monarquía indiana se detiene a co-
mentar el presunto alzamiento del segundo marqués del Valle. El
tema se desarrolla a lo largo de los capítulos XVIII y XIX del Libro
quinto de la Monarquía Indiana5. La atención no se centra de modo
exclusivo en el alzamiento, sino que este queda incluido dentro de
un marco histórico más amplio.
Tres son los objetivos principales que mueven a Torquemada
a redactar su Monarquía Indiana. El primero de ellos guarda rela-
ción con la necesidad que siente de lograr una imagen verdadera
de lo que habían sido los indígenas en tiempos prehispánicos.
El segundo obedece a su condición de misionero: pretende mostrar
lo que ha significado la presencia en Nueva España de los penin-
sulares, y especialmente de los misioneros. Por último, su tercera
intención pasa por describir los diversos grados de aculturación
tras la llegada de Hernán Cortés.
El primero de los tres volúmenes en que se divide la obra in-
cluye los libros I a V, y en ellos se cuenta el origen de los pueblos que
ocupaban el centro de México hasta el momento de la conquista, así
como los hechos que sucedieron tras la llegada de los españoles y
durante el primer siglo de su presencia. Es este volumen el que nos
interesa para el presente trabajo, ya que en él encontramos la refe-
rencia a la conjuración del marqués del Valle, así como otros datos
de interés a la hora de comprender la sociedad en la que esos hechos
tuvieron lugar. El segundo de los volúmenes abarca los capítulos
VI a XIV, y en ellos se narra la evolución sociopolítica de los estados
indígenas, primero, y el virreinato más adelante. El tercero de ellos,
entre los capítulos XV y XXI, refleja las transformaciones que ha su-
frido la sociedad desde el momento de la conquista.
La condición religiosa del autor dogmatiza en todo momento
su concepto de la historia: su mayor preocupación va a ser el
hecho de que no todos los pueblos han recibido la palabra divina.
El demonio actúa de idéntica forma sobre los individuos, pero
aquellos que han escuchado la palabra revelada son capaces de
enfrentarse a él. Los que no lo han hecho, sucumbirán irremedia-
blemente. Por eso considera de tanta importancia la redacción de
su Monarquía Indiana: cuanto más se conozca del pasado de los
indígenas, más sencilla será la predicación y, por lo tanto, más rá-
pida una conversión al cristianismo que él considera segura.

2.1. La conjuración del marqués del Valle en la Monarquía indiana
Martín Cortés, primogénito legítimo de Hernán Cortés frente al
otro Martín, natural, fue por lo tanto heredero del marquesado del
Valle de Oaxaca que había sido concedido a su padre. Nace en Cuer-
navaca, Nueva España, en el año 1532; aún era muy niño cuando su
padre viaja a la Península para defenderse de las acusaciones lanza-
das contra él y lo lleva consigo. Le acompañan sus hermanos de
padre Martín, el mestizo, y Luis. Transcurrirán muchos años, casi
tres décadas, antes de que el joven vuelva a la tierra que le vio nacer:
cuando lo haga, llegará revestido de una estela de respeto, e inves-
tido de ciertos privilegios sociales heredados dentro de la comunidad
de los conquistadores y primeros pobladores y sus herederos.
El recibimiento de la colonia peninsular ?o asimilada- fue
grandioso, a decir de los cronistas que de ella dejaron memoria.
Sin embargo, desde bien pronto el comportamiento de Martín
Cortés se va a alejar de las dotes diplomáticas que le habían dado
el triunfo en las armas a su padre, al tiempo que reabrirá las fisu-
ras que habían existido, aunque encubiertas, entre las distintas
facciones de conquistadores y primeros pobladores. Juan Suárez
de Peralta, en su Tratado del descubrimiento de las Indias y su con-
quista, lo resume de la siguiente forma:
Vino por tierra, y en todos los lugares le reçebian con grandes fiestas;
los caballeros de Mexico hizieron munchas galas, y le salieron á reçebir el
que ménos á Chulula, questá de Mexico veynte leguas, y dende que puso el
marqués los piés en tierra de la Nueva España, luego, se fué malquistando,
y cada dia más, porque dió en llamar á todos los caballeros y frayles de vos,
y no dalles asientos. Esto sintieron grandísimamente, y luego voló esta mala
fama hasta Mexico, y se mormuraba en estremo, y áun munchos se conju-
raban de no sufrírselo, y era el amor que le tenian y deseo de velle que pa-
saban por ello, con esta costumbre6.
Del mismo modo, inmediatamente antes Suárez de Peralta había
dejado noticia de la buena voluntad con la que fue recibido el mar-
qués por parte del virrey: Pues no fué el que ménos se holgó el virrey don
Luis de Velasco y su hijo, ques oy el virrey, dando, como dió, munchas al-
briçias, y mandando se le hiziese muy gran reçebimiento, como se le hizo7.

Sin embargo, algunos críticos han considerado la posibilidad
de que la vuelta de Martín Cortés estuviese ya en origen vincu-
lada al alzamiento posterior. La hipótesis de Luis González de
Obregón, quizás un tanto obsoleta pero igualmente representa-
tiva de una corriente de pensamiento, queda vinculada a las pa-
labras anteriores y que no compartimos
¿La vuelta de don Martín a México fue casual o meditada? ¿Regresó
por voluntad propia o llamado? Ningún cronista consigna nada a este res-
pecto, pero son muy sospechosas las siguientes palabras de Suárez de Pe-
ralta, quien dice que la noticia de que venía d. Martín de Castilla a México,
?dio grandísimo contento a la tierra, y más a los hijos de los conquistado-
res, que lo deseaban con muchas veras?, palabras tanto más notables cuanto
que indican que ya por entonces se premeditaba la conspiración de la que
había de ser jefe el marqués8.
Martín Cortés vuelve a Nueva España en el momento en el que
se solucionan parte de los frentes judiciales que su padre había dejado
abiertos a su muerte9. Por lo tanto estas consideraciones quedan to-
talmente desautorizadas, aunque de no mediar esas circunstancias
judiciales hubieran sido muy válidas. Baste apuntarlas para señalar
la confusión y las inexactitudes que rodean este proceso.
Orozco y Berra, hasta el momento el más importante estu-
dioso sobre el alzamiento, habla de tres instantes de crispación:
una pelea en la calle Martín de Aberraza, las primeras negativas
a unirse a la comitiva del marqués si por casualidad un principal
se la cruzaba por la calle, como era costumbre, y, por último, la
pelea de los alguaciles con los criados de Martín10. En todas ellas
se aprecia una pugna por el poder entre el heredado, y que los
conquistadores depositaban en el hijo de Hernán Cortés, y el ad-
quirido, que procedía de la Península y estaba representado en
als autoridades virreinales.
La división social entre las capas de poder del virreinato fue
más que evidente desde el momento, valga el anacronismo, en
que la expedición de Cortés partió de las costas de Cuba. La ac-
tuación de Martín Cortés fue el detonante que hizo afluir a la su-
perficie tensiones que hasta entonces habían permanecido,
aunque débilmente, soterradas. A esto habría que añadir las ten-
siones políticas derivadas de la situación de los criollos, alejados
del poder real11.
En medio de ese clima de ansiedad, los criollos empiezan a
considerar la idea de alzarse con la tierra y arrebatarle al monarca
español sus privilegios sobre Nueva España para entregárselos a
su vez a Martín el marqués. Incidentes parecidos, o al menos de
semejante carácter, estaban sucediendo en el Perú en esta misma
época; de todos es sabido que la conclusión de unos y otros fue di-
versa. Fray Juan de Torquemada relata el desarrollo de esos pla-
nes en su tierra de adopción, así como la manera en que fueron
descubiertos. A ello nos referiremos a continuación: no a la con-
jura en sí, sino a la forma en que fray Juan deja constancia de ella.

2.1.1. Capítulo XVIII
En el primer volumen, libro quinto, capítulo XVIII comienza
a tratarse del alzamiento12. El capítulo se titula De como por muerte
de Don Luis de Velasco, segundo Virrey de esta Nueva-España, governó
la Audiencia, y lo que sucedió en este gobierno. Ya desde su mismo
enunciado nos percatamos de que Torquemada nos está escamo-
teando información. O, al menos, dándole menos importancia de
la que tuvo en época, ya que referirse a los hechos que van a des-
cabezar a la oligarquía social novohispana como lo que sucedió en
este gobierno parece no sólo poco apropiado sino ciertamente ten-
dencioso, toda vez que en este capítulo se relata la conjuración, las
denuncias y los ajusticiamientos o condenas de lo más granado de
la sociedad novohispana de la época.
La introducción a los acontecimientos comienza con la marcha
del visitador Valderrama y la división del poder que sucedió a la
misma. Es en ese momento en el que se introduce una primera
noción del alzamiento:
Fuese [el visitador Valderrama] aviendo estado tres años en las cosas de
la visita, y dexo en absoluto govierno a los Señores Oidores, que a la saçón
eran el Doctor Francisco de Çeinos, que presidía, el Doctor Pedro de Villa-
Lobos, y el Doctor Geronimo de Orozco, en cuio tiempo suçedió la Sedi-
ción, y turbacion, que se ofreció, de los casos del Marqués del Valle, y sus
Consortes, Alonso de Ávila, y otros. La voz, que entonces corrió, fue del Al-
çamiento y que al Marqués querían por Rei, y los Fautores desta Alevosía,
decian ser Alonso de Ávila, Don Pedro de Quesada, Don Baltasar, su her-
mano, y otros, que después irán nombrados13.
La conjuración se plantea sin introducción alguna y vinculada
a la marcha del visitador Valderrama. Aunque más adelante el
autor se detenga a analizar las circunstancias previas, de todas
formas la división temporal de los hechos que plantea Torque-
mada es diferente a la que establecen otros cronistas, como pueda
ser el caso de Suárez de Peralta. La diferencia fundamental radica
en que este último informa de la llegada del marqués a las Indias
y de las fiestas que, por este motivo, se hicieron en su honor y, en-
tonces, contextualiza la conjura. Hemos de suponer que para fray
Juan no tienen tanto interés los antecedentes cuanto los hechos
en sí. Además, Torquemada le cede el papel protagonista a Fray
Domingo de la Anunciación, padre dominico, en detrimento de
Baltasar de Aguilar, que figura en otras versiones como delator14.
Dice:
Esta mala semilla (según algunos afirman) dicen, que se engendró, aun
viviendo el Virrei Don Luis de Velasco y que se descubrió de esta manera.
Uno de los de la conjuración (si fue cosa de veras lo que en ella se trataba)
llegó á punto de la muerte, y confesándose con el Padre Frai Domingo de
la Anunciación, de la Orden de Santo Domingo, dixole lo que pasaba, y le
pidió, que diese noticias de ello a los que pudieren remediarlo. El Religioso,
que creió el dicho del Enfermo, manifestólo al Visitador Valderrama; el qual,
o por tenerlo por mentira o por parecerle disparate, no hiço caso de ello (y
pareçe ser así, pues ni iço inquisiçión, ni trató cosa, que a esto tocare)15.
No debe pasarnos por alto la toma de postura del cronista-
historiador en el momento en el que afirma: la conjuración (si fue
cosa de veras lo que en ella se trataba). Esta duda al respecto de la
existencia o no de un presunto alzamiento nos remite una vez
más al pensamiento del criollo colonial, en la línea de Suárez de
Peralta, que considera inocentes a los condenados y excesivas las
sentencias, y de Luis de Sandoval Zapata, autor que un siglo más
tarde va a retomar el tema, y para el que los hermanos Ávila, una
vez que han sido decapitados con motivo del presunto alza-
miento se convierten en auténticos mártires laicos criollos16.
_________________________
Tomado de:
https://www.researchgate.net/publication/44163310_La_conjuracion_de_Martin_Cortes_en_la_monarquia_indiana_de_Fray_Juan_de_Torquemada


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