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Ejidatarios velan armas junto a tubos que llevaría agua a la termoeléctrica de Huexca

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Ejidatarios velan armas junto a tubos que llevaría agua a la termoeléctrica de Huexca
Sólo si pasan encima de nosotros, se echará a andar la termo, dicen.Foto Arturo Cano
Arturo Cano y Rubicela Morelos
Enviado y Corresponsa
Periódico La Jornada
Martes 15 de septiembre de 2020, p. 10
Huexca, Morelos., El automóvil con el sonido, un Vw Safari, repite una y otra vez la grabación. Suena la voz del presidente Andrés Manuel López Obrador: es muy poco lo que falta para que funcione (la termoeléctrica de Huexca). Se trata de una inversión de cerca de 20 mil millones de pesos. Dijimos desde un principio que no podíamos dejar que se convirtiera en chatarra esta planta, porque se trata de dinero del presupuesto, que es dinero del pueblo.

Bajo la carpa que lleva aquí ya cuatro años, los agricultores escuchan la voz del Presidente una y otra vez. Quizá buscan confirmar lo que consideran una traición, pues no olvidan que votaron por el líder que en 2014 vino a decirles que los apoyaba en su lucha, pues esa obra en tierra de Emiliano Zapata era como poner un basurero en Jerusalén.

Los dos días que La Jornada visita el campamento en los límites de Cuautla y San Pedro Apatlaco, hay entre 20 y 50 ejidatarios. Velan armas junto a los tubos que llevarían el agua hasta la termoeléctrica, hoy convertidos en macetones repletos de hierba.

En distintos tonos, coinciden: ya se verá la reacción del campesinado si en verdad echan a volar la termoeléctrica en diciembre, como ha anunciado el Presidente.

El Proyecto Integral Morelos (PIM), del que forma parte la termoeléctrica, viene de lejos, igual que la resistencia de una parte de los pobladores, para quienes el gasoducto, las dos termoeléctricas proyectadas y el acueducto son sencillamente una monstruosidad que los dejará sin agua y enfermará a sus comunidades.

El episodio más reciente de una historia que incluye desalojos con granaderos, compra de conciencias, división de las comunidades e incluso un asesinato sin esclarecer ?del dirigente Samir Flores, en Amilcingo? comenzó el pasado 10 de septiembre, cuando el presidente López Obrador anunció que la termoeléctrica comenzará a funcionar pronto.

Apenas se dio el anuncio presidencial, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), que agrupa a comunidades de los tres estados afectados por el PIM (Tlaxcala, Puebla y Morelos), alzó la voz para decir que aún existen procesos legales pendientes. Según sus abogados, únicamente uno de los 17 amparos que interpusieron se ha resuelto de manera definitiva y el resto se halla todavía en el periodo de desahogo de pruebas.

El FPDT ha solicitado que se le conceda espacio en la conferencia mañanera del Presidente para presentar sus pruebas y argumentos.

¿Y si no hay diálogo?

Un viejo ejidatario de nombre rulfiano, Lirio Trujillo, no quiere foto ni grabadora, pero lo dice con todas sus letras: habrá termoeléctrica sólo si pasan encima de ellos. ¿Para qué queremos armas? ¿Para tenerlas guardadas? ¡No, para usarlas!

Lo secunda José Torres Maldonado: venga lo que venga, no nos vamos a quitar, así corra sangre. Si es necesario, estamos dispuestos a morir, dice con rostro y voz plenos de seriedad.

Ramiro Carrasco, profesor jubilado y ejidatario, asegura que el PIM va mucho más allá de la termoeléctrica, pues lo que se pretende es cambiar el uso del suelo en una zona que, pese a todo, ha conservado su vocación agrícola.

Egresado de la normal rural de Tenería, Carrasco no se considera un hombre de izquierda, pero sí alguien que siempre ha querido un cambio para el país. Por eso asegura que nos lastima, nos duele mucho que el Presidente los incluya en el bando de los conservadores. Ojalá (el Presidente) vea hacia aquí abajo, que vea la realidad. Siempre ha dicho que nada por la fuerza, que todo por la razón. Pero con lo que pasó en Chihuahua (en el caso de la presa La Boquilla) vemos que no lo está cumpliendo.

El viejo profesor dice que si bien el PIM fue una herencia de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, López Obrador era la esperanza de que los pueblos fueran escuchados para cancelarlo.

Si se sigue el cauce del río, tras 10 kilómetros, se llega a la termoeléctrica. Tal es la extensión del acueducto al que sólo faltan unos cuantos metros.

Si se llega por carretera, la termoeléctrica se mira desde muy lejos, tres grandes colmenas rodeadas de marañas de tubos, cables y estructuras parecidas a las torres de alta tensión. La barda está coronada por el alambre de púas que se usa en las prisiones.

A la entrada hay una decena de vehículos de los empleados y algo más que cualquiera notaría: las autoridades no han borrado las huellas de la protesta de los pobladores.

Comisión Federal de Electricidad. Central de Ciclo Combinado 264 CC Centro, se lee en un anuncio metálico ya deslavado por el sol y la lluvia. Y encima, la pinta de la protesta: Fuera PIM.

En las paredes, junto a la puerta de la termoeléctrica (los ejidatarios le llaman simplemente la termo), hay pintas que recuerdan el rechazo al proyecto y a Samir Flores, el dirigente indígena que se oponía al PIM y que fuera asesinado en su pueblo, Amilcingo, en febrero de 2019.

Huexca es un poblado que apenas ronda mil habitantes. La termo está pegada al pueblo. La pusieron ahí, dicen miembros del FPDT, porque se trataba de un terreno privado (es decir, no habría lío con ejidatarios) y porque al ser una comunidad con poca gente calcularon que no habría resistencia. La hubo y la hay. De la misma madera de Samir Flores es Teresa Castellanos Ruiz, quien por su lucha contra la termoeléctrica recibió el premio de derechos humanos que lleva el nombre del obispo Sergio Méndez Arceo.

Castellanos pide hablar con un mural a sus espaldas, el mural de la resistencia.

?¿Echarán a andar la planta?

?Pues veremos qué dice sobre ello el campesinado.

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