La búsqueda por el poder por parte de los “mercaderes” se inició a finales del siglo XV, cuando la humanidad tenía nueve mil quinientos años de vivir en una estructura piramidal, en donde la nobleza ocupaba el vértice de poder de la pirámide. Como designio de “DIOS”, lo mismo en Oriente, que en África, América o Europa, la nobleza de todo el mundo accedía al poder por designio divino. Después venía la “estructura” iglesia, quien validaba la “autenticidad” de este poder divino. Posteriormente, en la pirámide, venía la otra “estructura” llamada ejercito, quienes “convencía” por medio de la fuerza a los de debajo de la pirámide, de estas verdades inmutables y divinas.
Con sus éxitos y fracasos, con sus aciertos y desaciertos, durante nueve mil quinientos años los seres humanos de todo el mundo vivieron esta relación social, con un fuerte ingrediente espiritual y humanizador.
Sin embargo, al finalizar la Edad Media en Europa, los mercaderes, especialmente los venecianos, empezaron a tener mucho poder a partir de la expansión del comercio. Ellos fueron los que verdaderamente incentivaron e invirtieron en el proceso de “descubrimiento del mundo”. Sin embargo, su poder, pese al dinero, era relativo y la nobleza, que aunque en ocasiones estaba en quiebra, mantenía el poder por este “designio divino”.
Entonces los mercaderes empezaron a subvertir este orden mundial. Se apoyaron en una nueva clase emergente, “los intelectuales”, quienes a través de un conocimiento que se apropiaron del mundo antiguo, empezaron a fundamentar una ideología individualista y “libertaria”. Es decir, a través de los enciclopedistas y la masonería, se empezó a subvertir el orden con ideas “revolucionarias” que clamaban por la “igualdad, la fraternidad y la libertad”. Los intelectuales financiados por los mercaderes construyeron un complejo mundo de ideas en donde se pretendía desbancar del poder a la nobleza, aduciendo que todos los hombres eran iguales y que los hombres se deberían gobernar entre ellos, de acuerdo a un voto individual y secreto de cada uno de los ciudadanos.
La revolución francesa, no fue otra cosa que el levantamiento de la plebe por los intelectuales y financiados por los mercaderes, que deseaban un mundo libre, donde los que tuvieran el dinero fueran los que mandaran. El populacho alcoholizado aplaudió la caída de cabezas de los nobles franceses y con ellas las del mundo entero. Un siglo después, las cañoneras europeas a cañonazos tumbaron coronas y cabezas en todos los continentes y lucharon por instaurar “gobiernos democráticos” tipo europeo, donde los mercaderes tenían el control de los capitales nacientes.
El siglo pasado fue usado por los mercaderes para desbancar a las coronas de todo el mundo y se impuso el estilo de los “imperios de ultramar”, donde los mercaderes y sus intereses fueron el motivo de miles de conflictos e injusticias en los cinco continentes.
Después los mercaderes hicieron su labor de zapa con las iglesias. Se pretendió establecer que la ciencia supliría a la religión y que quienes mantuvieran su fe religiosa, no eran otra cosa más que fanáticos acientíficos. De la ilustración se pasó al positivismo y en la ciencia encontraron los mercaderes el arma para desespiritualizar a los seres humanos.
Ya habían caído los reyes y las iglesias, el poder les fue transferido a una nueva clase que crearon para este efecto los mercaderes, ¡los políticos!. En efecto, los políticos y la política fue el instrumento de dominio y control de las masas por parte de los mercaderes para acceder al poder. Al crearse el concepto de Estado- Nación, los mercaderes habían logrado un considerable avance. Los seres humanos estaban controlados por grupos de políticos que bajo absurdas divisiones territoriales, buscaban proteger los intereses de los mercaderes. Un Estado-Nación antes que nada es un espacio económico, donde el poder verdadero descansaba en los intereses económicos y se disfrazaban de supuestos conceptos democráticos. Las democracias estilo europeo son el instrumento de poder de los capitales. Todos los hombres son iguales para acceder al poder, que esta representado por el dinero. Quien tiene dinero, tiene poder.
A todo esto, el papel del ejercito siempre ha consistido en servir a quien tiene el poder y con los mercaderes no fue la excepción.
Europa desde que se desbordó de sus límites geográficos inició la globalización. El nuevo orden mundial nació con el “descubrimiento de América” y la concepción de un nuevo mundo global se inició.
En la década de los ochentas, los mercaderes se deshicieron de los políticos y vino el derrumbe de las “ideologías”. Los políticos y la política fueron suplidos por los economistas y la economía. Finalmente después de quinientos años, los mercaderes habían logrado tomar el poder completo del mundo e instaurar, cínica y descaradamente su reino, ¡EL MERCADO!.
Un “paraíso” donde no existan los reinos, los imperios y las naciones. Una gran empresa en la que se trabaja, se paga y se compra. Un lugar en que las diferencias estén dadas por la productividad y el consumo, un espacio donde todos le rindan culto al dinero a través de la tecnología como su religión. El MERCADO como regulador total y absoluto de las relaciones humanas.
El neoliberalismo, el capitalismo feroz, la globalización, el culto a la materia, el dinero y la tecnología es su reino. Su DIOS el dinero, sus ministros los científicos y los economistas, su objetivo el dominio del mundo.
Los valores y principios humanos han sido ferozmente combatidos por los mercaderes. La educación, la ética y la moral, el amor y respeto a la naturaleza, los principios básicos que regularon por miles de años a los seres humanos, no importando de que continente se tratara o en que época fuera, todos han sido duramente deteriorados por los medios masivos, por la mercadotecnia, por la publicidad, por la ambición desmedida de tener dinero a cualquier precio.
La humanidad ahora se encuentra dividida, enajenada e impotente. Los mercaderes de ayer se han convertido en el “capital financiero supra nacional”. Es decir, un mega poder, que se basa en el manejo y flujo de los capitales que se transportan a velocidades luz por las supercarreteras de la información, de una nación a otra, de un continente a otro, en fracciones de segundos. Que están por encima de los Estados-Nación y sus políticos y políticas. Poder invisible e impalpable que no tiene nacionalidad, nombre, bandera o ideología. Que usa como instrumentos coercitivos de sus deseos (políticas económicas), al Banco Mundial, a la Organización de Comercio Mundial, el Fondo Internacional, a las Naciones Unidas y sus “cascos azules”. Instituciones supranacionales que nos las controla “ni dios padre”, sólo los obscuros intereses de los señores del capital.
El planeta entero se esta contaminado, se acaban las selvas y los bosques, se contaminan las aguas de los ríos, los mares y los océanos, la contaminación atmosférica es alarmante y el ensanchamiento del agujero de la capa de ozono pone en peligro de muerte a la vida en el planeta entero. Pero fundamentalmente se ha contaminado el espíritu humano. Ha perdido su esencia, su chispa divina. Ahora todos quieren ser como los mercaderes y tener dinero, nadie tiene tiempo ni humor para el desarrollo de su ser espiritual, de su “yo” que va a morir y que esta desperdiciando la maravillosa oportunidad de trascender su existencia material.
Frente a esta gran amenaza, donde “LA NADA SE ESTA ACABANDO TODO”. Donde lo humano y espiritual no tiene cabida, donde los pueblos ya no tienen líderes espirituales, ni mucho menos creen en los líderes políticos. Donde la corrupción, el cinismo y la simulación son nuestro alimento diario. Donde pareciera que lo humano esta condenado a extinguirse, nos tiene que quedar la esperanza de un renacimiento de los valores espirituales de la humanidad, que nos rescaten de esta vorágine y esta tempestad.
Bien venido este mítico año 2000. Momento para hacer una profunda reflexión sobre quienes somos y a donde vamos: como individuos, como pueblo y como humanos. Los que nacimos al inicio de la mitad de este siglo XX que se nos va entre las manos como agua contaminada y fangosa, el año 2000 significaba el mito del “bienestar y bienser” de lo humano. El futuro prometido por la ciencia y la tecnología. La modernidad el progreso y el desarrollo. La utopía humana.
Adelante año 2000, que todavía tenemos 365 días para pensar en el siglo XXI.